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Niños posan junto a un mural callejero en honor a los miembros del IRA Provisional (PIRA), un grupo armado escindido del IRA, en Belfast.
Niños posan junto a un mural callejero en honor a los miembros del IRA Provisional (PIRA), un grupo armado escindido del IRA, en Belfast. RORY NUGENT.com / Shutterstock

Radicalización violenta: similitudes y diferencias en la evolución del IRA y ETA

La historia del odio y la radicalización de grupos violentos ha suscitado mucha curiosidad, especialmente por el hecho de obtener conclusiones después de analizar sus similitudes y diferencias. ¿Qué tienen en común? ¿Cómo se radicalizan? ¿Son más activos los o las terroristas?

Un estudio pormenorizado del modo de actuar de bandas terroristas como el IRA y ETA nos ayuda a entender mucho mejor de dónde beben estos grupos y qué comparten.

Los integrantes de ETA eran muy jóvenes, entre 20 y 23 años de media, cuando entraban en la banda. El perfil más común era el de hombres sin cargas familiares. La edad, el estado civil y el sexo eran similares a los de los terroristas de otros grupos. Las mujeres eran una minoría, creciente, con roles secundarios antes de los ochenta –se reflejaban las mismas dinámicas patriarcales de la sociedad–.

Además, al revisar los perfiles y las entrevistas realizadas por los grandes referentes, y a pesar de que este cambia en función de cada una de las cuatro generaciones bajo estudio, se puede concluir que quienes se unían a ETA habían militado previamente en organizaciones juveniles vinculadas al independentismo violento, solían tener relaciones familiares o de amistad con miembros activos, vivían en ciudades de tamaño mediano, eran trabajadores con educación media y gozaban de una situación económica igual o mejor que la del resto de la población (sobre todo, en cuanto al desempleo).

Las tendencias cambiantes de la militancia coinciden con la necesidad urgente de ETA de ampliar sus filas a medida que era asediada por la policía y perdía apoyo social. Tienen que ver con el aumento del porcentaje de personas procedentes de zonas urbanas y metropolitanas, de estudiantes, de personas con antecedentes penales y, sobre todo, de lo que podría denominarse inmigrantes nacionales de segunda generación.

ETA se incrustaba en una estrategia más amplia de movilización social focalizada en las juventudes, que incluía la creación de espacios y programas juveniles, la constitución de grupos donde se fomentaba el odio hacia los “enemigos” del pueblo vasco, la promoción de la cohesión interna del grupo y el adoctrinamiento para interpretar, por un lado, los problemas vascos en clave de opresión española y capitalista y, por el otro, la solución en términos de inexorabilidad de la revolución violenta para lograr la independencia.

Estos elementos ofrecen pistas sobre la manera en la que parecen operar los mecanismos de la estructura moral y de la comunidad de propósito, así como los sentimientos de agravio, el desarraigo, las motivaciones normativas, emocionales e identitarias.

Anagrama de ETA en la calle.
Anagrama de ETA en Altsasu/Alsasua (Navarra, España). Theklan / Wikimedia Commons

ETA y el reclutamiento selectivo de los inicios

Estos rasgos relacionados con la radicalización violenta parecen más patentes en la historia lejana de ETA. Se debe al hecho de que, inicialmente, ETA surge como estrategia eminentemente racional-instrumental, con gran apoyo social, para luchar contra la dictadura franquista y la imposibilidad de dar expresión pública a la cultura vasca, lo que implica un reclutamiento selectivo.

En cambio, tras entrar en democracia, la organización evoluciona hacia un tipo de movilización y captación sin escrúpulos para maximizar fines particulares que no se corresponden con los de una sociedad en la que ha ido perdiendo toda legitimidad.

Aspecto de la casa cuartel de la Guardia Civil en Burgos (España) tras el atentado de ETA del 29 de julio de 2009. Bascones / Wikimedia Commons, CC BY-SA

En cuanto a la estructura moral, se transmiten concepciones (el cambio revolucionario, un Estado independiente socialista como solución, el enemigo es España y el capitalismo…), se promueven pautas de sentimiento (odio) y de comportamiento (cómo organizar protestas, articular la lucha callejera, preparar una bomba lapa o un cóctel molotov) y se cultivan motivaciones (ser un héroe, luchar contra la injusticia, salvar al pueblo vasco…).

Las convicciones, las pautas de comportamiento, las competencias emocionales, la previsión de las consecuencias y el lenguaje son elementos que conforman la estructura moral.

ETA ayudaba a erigir esta estructura en sus adherentes paulatinamente, atendiendo a todos los componentes, por lo que es natural que el arrepentimiento entre sus presos sea menor que el que se da entre otros terroristas de organizaciones menos ideologizadas.

Fomento de la acción colectiva y la comunidad

La integración en una comunidad de propósito también se manifiesta como elemento axial del proceso de radicalización. ETA fomentaba la acción colectiva, la dinámica comunitaria, la cohesión grupal, la incorporación a un movimiento que, aunque suponía un colectivismo asfixiante, daba identidad, fuerza, protección, arraigo a quienes se adherían.

El deseo de pertenecer a un grupo con significado se satisfacía en quienes se unían a las juventudes de ETA, primero, y a la organización, después. Empero, esta dinámica comunitaria era totalitaria, por lo que también suscitaba frustración. Demasiado tarde. El colectivismo asfixiante disuelve la individualidad. Recuperarla es casi imposible.

El cultivo de una estructura moral y la incorporación a una comunidad de sentido se facilitaban porque la sociedad vasca se encontraba en un período de profundos cambios: políticos, culturales, económicos… La democracia y la apertura económica trajeron mayores cuotas de migración, un aumento dramático del consumo, un individualismo inusual y mayor secularización.

Estas fuerzas sociales provocaron falta de sentido y de identidad colectiva, favoreciendo las estrategias de grupos como ETA que ofrecían una estructura moral, una visión de futuro y una comunidad con cierto atractivo.

El IRA: jóvenes y militancia emocional

El caso del IRA tiene algunas similitudes. También contaba con una base social compuesta por organizaciones juveniles y femeninas que generaban cantera. Además, ciertos episodios como el Bloody Sunday (Domingo sangriento) de 1972 suscitaron gran odio y resentimiento y sirvieron de discurso de legitimación para los agentes de radicalización.

Las claves interpretativas de los males nacionales eran la ocupación inglesa y la colaboración del Gobierno irlandés. Los jóvenes se adherían en una especie de militancia emocional, ya que el uso de las armas y las señas militares producían fascinación. Ofrecían una comunidad, una hermandad, un sentido de propósito. Además, las décadas previas de conflicto entre Irlanda y Reino Unido habían generado unas pautas emocionales y de conductas favorables a la violencia.

Por último, quienes entraban solían hacerlo invitados por amigos, vecinos y familiares radicalizados que colaboraban con la organización. Los entramados ideológicos de los que procedían combinaban el nacionalismo, el catolicismo y el republicanismo.

A pesar de las similitudes, un patrón que difiere del de ETA es el de la edad de militancia.

Mientras que, en el caso de ETA, con el tiempo, los reclutados eran menores, en el IRA sucede lo contrario: con el tiempo, la edad de militancia es mayor. Además, en el IRA hay más presencia femenina.

Miembros de ETA disparan salvas al aire en el Gudari Eguna de Aritxulegi, Oiartzun (Guipúzcoa, España)
Miembros de ETA disparan salvas al aire en el Gudari Eguna de Aritxulegi, Oiartzun, Guipúzcoa, España. Wikimedia Commons, CC BY-SA

Terroristas de zonas urbanas

Los integrantes también procedían de zonas urbanas: al principio, mayoritariamente de Belfast y, después, de Dublín, de donde procede mucha disidencia actual. Un tercio de los integrantes del IRA tenía estudios profesionales técnicos, como ocurría con ETA, pero en el IRA había más desempleados y menos estudiantes y trabajadores industriales.

Por último, el análisis del rol que desempeñaba cada integrante muestra que las mujeres colocaban bombas, en comparación con otros roles, tales como disparar, secuestrar, manufacturar explosivos, reclutar, adoctrinar… Asimismo, los de más edad rara vez se implicaban en violencia directa y permanecían más tiempo en la organización, especialmente los casados.

Las percepciones acerca del IRA también arrojan luz sobre los dos mecanismos explicativos de la radicalización violenta que apuntalan la hipótesis esbozada en Una teoría general de la radicalización violenta. Desde ellos también se explican algunas diferencias entre ETA y el IRA.

Los componentes de la estructura moral operan siempre. No obstante, en función de las convicciones, de las pautas de comportamiento, de la capacidad de análisis de las consecuencias, de las competencias emocionales y del manejo del lenguaje, se produce un comportamiento u otro.

La diferencia de edad

Un ejemplo: la diferencia de edad y el desempeño de distintas funciones. Ante similares convicciones (hay que liberar a Irlanda de la ocupación inglesa y la vía armada es la solución), parecidas competencias emocionales (resentimiento y odio controlado para mantener la clandestinidad), igual capacidad de lenguaje (mismo nivel educativo y discurso) y pautas de comportamiento adquiridas (vivencia de violencia y entrenamiento militar), ¿por qué los jóvenes se implican en roles de violencia directa y los mayores en otros roles menos violentos?

La respuesta puede proceder de la capacidad de análisis de las consecuencias de las acciones propias: los mayores, casados con hijos, pueden considerar que las acciones cuerpo a cuerpo arriesgan la viabilidad familiar y el bienestar de sus hijos.

En cuanto a la comunidad, el IRA también ha articulado su actuación a través de grupos solidarios de apoyo interno que generan sentido de propósito. Ya sea la corriente católica o la inspirada en el marxismo, planteaban la pertenencia a una comunidad imaginaria y la integración, primero, en organizaciones juveniles activistas y, después, en células operativas. Esta dinámica colectiva afectaba especialmente a los más jóvenes, que canalizaban su rebeldía mediante la violencia colectiva del terrorismo.

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