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La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, interviene ante el Parlamento Europeo. European Union 2021 / Philippe BUISSIN, CC BY-SA

‘Sofagate’: El reto de la igualdad de género en Europa

“Me sentí herida. Y me sentí sola, como mujer y como europea. Porque no se trata de la disposición de los asientos ni del protocolo. Esto va al núcleo de quiénes somos. Esto se refiere a los valores que defiende nuestra Unión. Y esto muestra lo lejos que aún tenemos que llegar antes de que las mujeres seamos tratadas como iguales”.

Así se expresó en el Parlamento Europeo la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, con respecto al “Sofagate”, el incidente ocurrido durante la visita de los líderes de la Unión Europea a Turquía. No se puede expresar con mayor claridad cómo la identidad, las emociones y los valores se entrelazan y constituyen una parte inherente de la política internacional.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se quedó momentáneamente sin asiento mientras se reunía con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, en Ankara. Con sólo dos sillas disponibles, Von der Leyen, la única dirigente femenina presente, se sentó en el sofá mientras Erdoğan y Michel se sentaban en las sillas.

Después de este lamentable suceso, tanto Bruselas como Ankara intercambiaron recriminaciones, mientras que políticos nacionales europeos, miembros del Parlamento Europeo y periodistas se unieron al debate. Lo que hace que el “Sofagate” sea realmente irónico es que uno de los temas agendados en la visita a Ankara era, precisamente, solicitar a Turquía su adhesión a la Convención de Estambul (Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica), tras haberse retirado recientemente.

Deterioro de los derechos humanos en Turquía

Los derechos humanos se están deteriorando día a día en Turquía y la violencia contra las mujeres va en aumento. El gobierno no está tomando medidas efectivas para enmendar la situación. El “Sofagate” provocó, como era de esperar, un amplio rechazo por parte de las figuras políticas europeas, con acusaciones que discurren desde la mala educación al machismo.

Por otra parte, el incidente responde a los patrones habituales de comunicación entre Turquía y la Unión Europea: un juego recíproco y circular de culpar al otro sin que cada uno haga el menor atisbo de autocrítica constructiva.

A la luz de este trasfondo discursivo que nos resulta familiar, las palabras de Ursula von der Leyen constituyen, definitivamente, un discurso alternativo y un contramanifiesto en sentido feminista. Es bastante rico en términos de significados; por ejemplo, se refiere a dos identidades al mismo tiempo; mujer (identidad de género) y europea (identidad cultural).

Se sintió herida como mujer por el trato desigual y la discriminación de los dos hombres que ocuparon los asientos disponibles. Y se sintió sola porque era la única mujer en esta sala y nadie, ni siquiera el presidente del Consejo, ayudó a resolver la situación.

Asimismo, se sintió herida como europea, tal y como explicó en detalle en su discurso en la reunión preliminar del Parlamento Europeo: “Esto incide en el núcleo de quiénes somos. Esto incide en los valores que defiende nuestra Unión”. Aquí recontextualiza el incidente en un nivel superior de identidad común.

“Me sentí herida como europea”

“Me sentí herida como europea” implica que todo aquel que comparta los valores y la identidad europea común se sentiría (y debería sentirse) herido en una situación similar, ya que se violó uno de los principios fundamentales: la igualdad de género. Solo los valores y los principios trazan una línea divisoria entre europeos y no europeos.

Sin embargo, el otro sentimiento, sentirse sola, resulta aún más crucial que sentirse herida. Sentirse solo puede ser igual de acusatorio que sentirse herido porque puede implicar “quedarse solo” o “ignorado”, según el contexto.

Para Von der Leyen tuvo un significado claro: en aquella sala no había nadie aparte de ella, ni siquiera su colega europeo, que se tomase en serio los valores europeos. Esta es una acusación mucho más fuerte –aunque no la hizo explícitamente– dirigida no solo al presidente Erdogan, sino al presidente Michel.

Desde el principio, presenta una perspectiva de género y la eleva a un tema de identidad: apela especialmente a las parlamentarias que forman parte de la Cámara. No solo subraya los valores o principios comunes, sino los sentimientos comúnmente compartidos por las mujeres.

Esta perspectiva por sí sola, combinada con una apelación a experiencias similares de las eurodiputadas, supone una ruptura sustancial con respecto la dicotomía habitual de Turquía vista como “el otro” en Europa y el juego de culpas políticas que ha sido la tónica habitual durante décadas en las relaciones entre ese país y la UE.

La apelación de Von der Leyen a las parlamentarias europeas, que posiblemente hayan vivido experiencias dolorosas similares en contextos europeos, replantea el problema de la desigualdad de género al margen de las divisiones nacionales o culturales. Una puede sentirse herida como mujer tanto en Turquía como en cualquier otro país miembro de la UE. No es de extrañar que esta identidad de género englobe a millones de mujeres que experimentan situaciones dolorosas todos los días en todos los rincones del planeta.

Un punto de vista rompedor

Su punto de vista rompedor va más allá de las dicotomías discursivas en términos de autocrítica. Si bien está profundamente preocupada por la retirada de Turquía de la Convención, también comparte su inquietud por la credibilidad de la UE al pedir a Ankara que se adhiera a ella. Recuerda que varios Estados miembros de la Unión aún no la han ratificado y otros están pensando en abandonarla. Señala que para resultar creíbles no solo hay que criticar a los otros, sino dar ejemplo en casa.

En su enfoque alternativo, Von der Leyen pregunta por qué las democracias son más fuertes cuando las mujeres se involucran de igual a igual: no porque las mujeres seamos mejores, sino porque somos diferentes. Tenemos una visión distinta del mundo y vemos otros riesgos y oportunidades.

Finalmente, en su contramanifiesto, al hablar directamente sobre sus sentimientos personales sobre el “Sofagate”, se desvía del discurso político tradicional que incorpora emociones colectivas cuidadosamente seleccionadas en la retórica y actualiza un viejo lema: lo personal es político.

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