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Sólo sí es sí: el sentido de las tautologías

Sabemos que Lo bueno si breve dos veces bueno. Imaginemos, entonces, brevedad sumada a repetición. Es lo que encontramos en fórmulas del tipo de La pela es la pela: breve, concisa y con la repetición del término pela. O incluso más breves: No es no. Sí es sí. ¡Qué pocas palabras, qué cortas y sin embargo qué poder tienen!

Estas fórmulas breves son las denominadas tautologías. La palabra proviene del griego antiguo tauto –lo mismo– y logia –palabra, discurso–.

El Diccionario de María Moliner dice de la tautología que “significa lo mismo que ‘pleonasmo’, pero se emplea con significado más despectivo”. Lo asemeja a “redundancia” y “repetición”.

El diccionario de la Real Academia Española lo define como una “repetición innecesaria y poco afortunada”.

Los diccionarios suelen enfrentarse a serios problemas cuando tratan de definir estos enunciados sentenciosos, ya sean proverbios, máximas, sentencias o, en este caso, tautologías. Las más de las veces caen en prejuicios o bien sus definiciones se vuelven circulares.


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Así, si uno intenta entender qué es un proverbio, los diccionarios no le serán de gran ayuda. En la acepción proverbio, le remitirán a sentencia, máxima, refrán. Y si buscamos tautología, sucederá lo mismo. El diccionario francés Le Petit Robert nos reenvía a redondance, pléonasme, truisme. Y si buscamos esperanzados la palabra pléonasme para ver si encontramos más pistas, nos toparemos con redondance, tautologie.

Tautologías: ideas que son ideas

Las tautologías consisten en enunciados breves cuya estructura consiste, en la mayoría de las lenguas, en la repetición de un término X separado por el verbo ser en español, être en francés, to be en inglés o essere en italiano. Por ejemplo, La guerra es la guerra, Une femme est une femme (una mujer es una mujer), A deal is a deal (un trato es un trato) o La donna è donna (de nuevo una mujer es una mujer) son algunas tautologías de nuestras lenguas contemporáneas.

Ya existían en latín y posteriormente en las lenguas medievales. Mulier quae mulier equivalía en latín a Una mujer es una mujer.

El francés medieval presentaba una estructura, desaparecida a partir del siglo XIV, consistente en X que X: Femme que femme –una mujer es una mujer– o mere que mere –una madre es una madre–. Encontramos en español, principalmente en el siglo XVII, una estructura parecida: vivos que vivos, muertos que muertos. Lo encontramos, por ejemplo, en este fragmento cervantino:

“Detuve el movimiento a la Giralda, pesé los Toros de Guisando, despeñeme en la sima y saqué a luz lo escondido de su abismo, y mis esperanzas, muertas que muertas, y sus mandamientos y desdenes, vivos que vivos”.

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, II parte.

En este caso, la fórmula breve X que Xvivos que vivos– no significa los vivos son los vivos sino más bien lo que hoy en día diríamos bajo la forma requetevivos. De hecho, en una nota a pie de página, el académico y editor del texto Francisco Rico indica que “Las repeticiones encadenadas (muertas que muertas…) funcionan como una comparación enfática y progresiva”.

Expresiones universales y con fuerza argumentativa

Sea como fuere, esta curiosa estructura X que X se mantiene hoy en día en lenguas tan aparentemente alejadas como puedan ser el finés o el ruso. Zelenski podría afirmar desesperado que Ryssä on ryssä –un ruso es un ruso– asumiendo todos los estereotipos que le pueda vincular a la palabra ruso.

En finés encontramos fórmulas en X mikä X: akka mikä akka –una mujer es una mujer– donde mikä sería un equivalente del pronombre “que”.

En definitiva, las tautologías son universales. Brevedad y repetición entran en un molde fácil de retener y provisto de una gran fuerza argumentativa.

Potente carga semántica

Pero ¿cuál es el sentido de este tipo de fórmulas? A diferencia de lo que sostiene la mayoría de los diccionarios, según los cuales las tautologías son inútiles, innecesarias y poco afortunadas, estas conllevan una carga semántica difícil de rebatir.

Por una parte, nos encontramos frente a una fórmula categórica. No admite excepciones. Por eso, cuando alguien dice que No es no, no hay otras opciones posibles. Las tautologías, a diferencia de los proverbios, no admiten peros. Uno no puede alegar que No es no y proseguir con un pero:

No es no, pero esta vez va a ser sí.

En cambio, esta continuación discursiva en “pero” sí es posible con un proverbio:

De tal palo tal astilla, pero tú no te pareces nada a tu padre.

Por otra parte, la tautología es un enunciado genérico –válido para todo tiempo y para toda persona– donde el segundo segmento es un prototipo del primero. Cuando yo digo No es no, me enfrento a la repetición de dos palabras y puedo pensar, efectivamente, que se trata de un abuso del lenguaje, de una repetición innecesaria.

Sin embargo, aunque la forma es la misma –el significante, según los términos del lingüista suizo Saussure–, el significado o sentido de los términos no es exactamente el mismo. Se produce una reinterpretación y una nueva lectura de la palabra repetida, en este caso no.

El prototipo de ‘no’ o de ‘sí’

Al decir No es no, el locutor está diciendo algo así como: “No te creas que el sentido de no es un no que se puede prestar a excepciones, un no con matices. El sentido de no en este caso es el prototipo del NO, un no potente, sin fisuras ni excepciones”.

Si cogemos otra tautología, la guerra es la guerra por ejemplo, nos encontramos frente a dos términos guerra de misma forma pero de sentido no equivalente. El primer término guerra posee un sentido suavizado de la guerra, con todos sus matices. El segundo término guerra reinterpreta el término. Hace referencia al prototipo de la guerra, a la guerra más representativa de todas las guerras. Una guerra sin matices, sin excepciones. Por lo que un general podría decir a sus soldados:

“La guerra es la guerra, así que no lo penséis dos veces y acabad con todo el que se os ponga por delante”.

El segundo término guerra recalca el sentido más duro y fuerte de la palabra. Y lo mismo sucede con La ley es la ley.

Sólo sí es sí

La exministra española Irene Montero proponía una ley de consentimiento explícito por las dos partes. Única y exclusivamente cuando una mujer dice que sí es sí. En ese único caso, la palabra sí significa realmente sí. Esta tautología ha tenido que intensificarse mediante el adverbio sólo, recordando que únicamente en los casos en los que se da ese consentimiento explícito, la palabra sí significa sí, con todas las de la ley.

La fórmula tautológica No es no está igualmente acuñada en francés Non c’est non. El inglés y el italiano, en cambio, explicitan el funcionamiento semántico mediante el verbo to mean y vuol dire: No means no (no significa no); No vuol dire no (no quiere decir no).

Otra tautología, la fórmula inglesa Enough is enough, algo así como ¡Ya basta!, está recogida desde el siglo XVI, por ejemplo en el diccionario de proverbios de John Heywood de 1546. En la serie británica The Crown (T.3, episodio 5), un periodista tacha un titular que no le satisface y lo reemplaza por el breve Enough is enough.

A veces, pocas palabras bastan.

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