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Un niño pequeño toca la pantalla de una televisión de muchas pulgadas.

¿Somos libres cuando elegimos una película en Netflix?

Si tienen la costumbre de acudir a las plataformas audiovisuales para buscar algo que ver todas las noches, habrán observado que es muy común que cada una de ellas nos anuncie exactamente los mismos productos una y otra vez. A pesar de que albergan horas y horas de contenido, siempre vemos las portadas de las mismas series, las mismas películas y los mismos programas.

Por eso, ahora que estamos inmersos en el debate sobre los peligros de la inteligencia artificial, hablemos de cómo los algoritmos pueden afectar a nuestros gustos audiovisuales.

Siempre lo mismo

Los algoritmos de las plataformas audiovisuales siguen una lógica predictiva: según nuestro perfil y lo que hemos visto, estas son las novedades –similares a lo anteriormente consumido– que nos ofrecen. Pero si el algoritmo hace eso, ¿dónde queda la posibilidad de descubrir cosas nuevas?

En este debate audiovisual sobre si lo primero es el huevo (el vídeo) o la gallina (el consumidor), en el mundo digital nos encontramos con plataformas con contenidos de ficción, como Netflix, y con redes sociales de vídeo vertical, como TikTok, que basan su negocio en atrapar a los usuarios en un consumo sin fin del que no deben salir gracias a la reproducción continuada de contenidos de su interés.

Netflix, por ejemplo, sabe que dispone de 90 segundos para que el espectador potencial reproduzca un contenido antes de que salga de la plataforma. Por eso debe acertar con sus recomendaciones. Su estrategia prioriza los atracones de contenidos como experiencia placentera para que los usuarios desconecten de la realidad y se entretengan.

De esta manera, la plataforma intenta evitar a toda costa lo que los investigadores denominan “la paradoja de la elección” y la fatiga de decisión. Es decir, el estrés, la frustración y la mala experiencia de consumo del espectador cuando no sabe qué ver entre todas las opciones que tiene.

En la misma línea, TikTok –que ofrece una serie infinita de contenido según el usuario vaya bajando la pantalla– debe acertar con el siguiente vídeo que elige para cumplir con las expectativas de hedonismo audiovisual de los usuarios.

Niños y jóvenes que exploran

Los gustos previos, la edad, el sexo y el comportamiento en Internet predeterminan las recomendaciones y el consumo de los contenidos audiovisuales de los espectadores digitales. Pero ¿y si no hemos tenido tiempo de elegir?

Si un niño solamente tuviera acceso a los contenidos culturales que le ofrecieran las plataformas digitales, consumiría solo lo que le sugirió un robot inicialmente, reforzando aficiones y gustos con los que se encontró y que ni siquiera eligió previamente.

El desarrollo cognitivo supone el crecimiento de la capacidad de un niño para pensar y razonar; y este crecimiento se presenta de distintas maneras entre los 6 y los 18 años, según Stanford Medicine. A través de sus experiencias, cada niño desarrolla su propia visión del mundo y sus gustos.

Esto también es aplicable a los gustos musicales. La música marca de una manera determinante nuestra personalidad. Un estudio de big data en Spotify desarrollado por The New York Times determinó que el periodo más importante en el que un hombre se decanta por un tipo de música se produce entre los 13 y los 16 años y, en el caso de las mujeres, entre los 11 y los 14.

Ante todo lo visto, podemos preguntarnos si la inteligencia artificial está moldeando a través de las recomendaciones los gustos de los nativos digitales que se adentran por primera vez en plataformas basadas en algoritmos.

También hay que tener en cuenta los contenidos que se ofrecen a quien empieza a usar una plataforma desde cero.

Un estudio del Center for Countering Digital Hate creó ocho cuentas ficticias para niños de 13 años –la edad mínima legalmente requerida por TikTok para tener una cuenta–. Tras detenerse en vídeos de imagen corporal y salud mental y darle a “me gusta”, cada 39 segundos TikTok empezó a recomendar vídeos sobre esos temas. En 2,6 minutos, TikTok comenzó a recomendar contenidos sobre suicidio y, en 8 minutos, contenidos relacionados con trastornos alimentarios.

La consciencia del algoritmo

Es necesario preguntarse si la sociedad es consciente de que el algoritmo ya decide por nosotros en muchos ámbitos. En este sentido, se ha averiguado que las personas que tienen más de una plataforma de pago son más conscientes de la intervención de los algoritmos de recomendación.

La eclosión audiovisual que ha traído el mundo online parecía que iba a potenciar la libre elección de contenidos ilimitados y variados. En este sentido, el emprendedor y periodista norteamericano Chris Anderson fue el primero en hablar de lo que denominó la llegada de la “larga cola de consumo” con Internet: es decir, esperaba que la industria ofreciera un amplio catálogo de productos diversos para cubrir una gran gama de gustos y nichos de mercado. Previó el fin de los megaestrenos (pocos contenidos vistos por muchos) para ser sustituidos por una mayor variedad consumida por personas interesadas en un producto concreto.

Sin embargo, nos podemos encontrar ante una falsa ilusión de libertad de gustos si realmente el algoritmo limita los contenidos a los que podemos acceder a través de perfiles diseñados ad hoc en función de varios parámetros.

Es decir, lejos de vivir Internet como un dinamizador de los gustos de las minorías, nos enfrentamos ante una inteligencia artificial que se ha convertido en un seleccionador de contenidos que ya existen y que responde a los intereses de cada plataforma o red social.

Es por tanto importante desarrollar tareas de alfabetización digital en todos los sectores de la población. Así seremos conscientes de que una inteligencia artificial puede ocultar determinadas películas del catálogo de Netflix porque estima que no son de nuestro interés… y podremos rebuscar hasta dar con ellas.

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