El trabajo, además de productor de riqueza, es un imperativo moral, al que se añade otra imposición de nuestro tiempo: el crecimiento económico constante. Quizás ha llegado la hora de cambiar de paradigma económico.
Si John Maynard Keynes levantara la cabeza sonreiría, pues con sus dotes de casi visionario leería hoy conceptos como ‘euroesclerosis’ y ‘microcrédito’ en la actualización 23.4 del Diccionario de la Real Academia.
En pleno siglo XXI, hasta los gurús del neoliberalismo se oponen -a regañadientes- a que las grandes corporaciones puedan saltarse las reglas del juego, el ordenamiento jurídico y la regulación medioambiental.
En cuanto superemos esta crisis, debemos aprender y trabajar tanto en la prevención de enfermedades como en un desarrollo económico sostenible antes de que sea demasiado tarde.
La puesta en marcha del Plan Marshall supuso también la elaboración de un programa amplio de reformas, tanto o más importante que la propia ayuda económica.
La crisis del coronavirus ha puesto en evidencia las malas decisiones económicas de Europa, que darán poco margen de maniobra para ayudar a la recuperación.
Las medidas económicas tomadas por la crisis del COVID-19 traen de vuelta al keynesianismo, que parecía haber perdido vigencia. Ahora es reconocida su eficacia incluso por los neoconservadores.
La globalización puede tener efectos negativos muy graves en el plano económico si los países afectados no logran articular una respuesta adecuada al coronavirus.
Profesora adjunta de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Departamento de Traducción e Interpretación y Comunicación Multilingüe, Universidad Pontificia Comillas