Quevedo es conocido por su faceta poética y prosística, pero una de las labores que ejerció a lo largo de su vida, y que influyó en su escritura, fue la de traductor.
‘El concierto’ (1623), de Gerrit van Honthorst. National Gallery of Art, Washington.
National Gallery of Art
La música siempre ha ejercido una fascinación en los seres humanos. Pero como fuente de placer también ha visto cómo su disfrute intentaba limitarse.
Imagen de la obra ‘Amar el día, aborrecer el día’, sobre textos de María de Zayas y Sotomayor. Cía: La Quadrille (Argentina)
Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro / Flickr
Aunque hoy en día está de moda el “aparentar”, ya en el Siglo de Oro español las clases altas tenían que dejar ver que merecían su puesto en la sociedad.
Retrato de Pablo Picasso por Juan Gris, 1912.
Google Art Project
En ‘El Oráculo manual y arte de la prudencia’, de Baltasar Gracián, se ofrecen consejos para navegar el mundo, un “un lugar horrible y decadente”.
Fotografía de una escena del montaje de ‘Castelvines y Monteses’, original de Lope de Vega en versión de Sergio Peris-Mencheta y José Carlos Menéndez (la versión incluye textos de Francisco de Quevedo, William Shakespeare y Francisco de Rojas Zorrilla).
Barco Pirata / Sergio Parra, cortesía de la CNTC
El teatro clásico hablaba a su público contemporáneo. Pretender representar obras del canon sin hacerles ninguna adaptación es una intención no solo irreal sino que le hace un flaco favor a las propias obras.
Genealogía de don Luis de Cepeda y Ayala, natural de Granada, para obtener el hábito de caballero de Santiago (1621).
Archivo Histórico Nacional.
En la sociedad española de los siglos XVI y XVII, formar parte de las clases dirigentes suponía presumir de abolengo, algo que costaba a las familias adineradas de origen converso, objeto de chantaje.
Fragmento de ‘Hispalis’ en Civitates Orbis Terrarum (Georg Braun, 1572).
Biblioteca Digital Hispánica - BNE
En la España del Siglo de Oro, bailes como la zarabanda o la chacona fueron prohibidos y perseguidos. No por su melodía, sino por las letras lascivas y el erotismo de los bailes.