Adjetivos, repeticiones rutinarias, digresiones… Al leer los poemas épicos clásicos queda claro que hay un estilo común en ambos y que se puede definir.
Escultura efímera con libros instalada en las calles de Cardiff, País de Gales, durante un festival literario con motivo del centenario de Roald Dahl en septiembre de 2016.
Shutterstock / Haelen Haagen
Leer no es aceptar, sino interpretar, ubicar, reflexionar y criticar. Entender la lectura como un acto que nos obliga a cuestionar nuestras creencias y argumentarlas es fundamental desde la infancia.
Beatrice dirigiéndose a Dante.
William Blake / Tate Gallery
La novela ‘Bonjour tristesse’, que revolucionó las letras francesas por su tratamiento libre de la sexualidad femenina, se basó en una versión banalizada de la filosofía epicúrea clásica.
Gracias a su estilo y perspectiva, únicos y escogidos, los autores clásicos nos sacan del ahogo de nuestros límites expresivos. Leerlos amplía nuestra capacidad lingüística y, por tanto, intelectual.
Apoteosis de Homero (Ingres, 1827).
Wikimedia Commons / Museo del Louvre
Hasta hace apenas un siglo, Homero se consideraba un autor real. Hoy se cree que no existió tal persona y que la Ilíada y la Odisea fueron producto de la tradición oral y de la propaganda ateniense.