Las plataformas digitales tienen una dimensión normativa que opera sobre la conducta de los usuarios. Los criterios de felicidad o de deseo empiezan a ser producidos por el poder de lo digital y no vivir acorde a ellos supone la exclusión y la marginalidad.
Instagram copió con éxito el modelo de Snapchat para consolidar su liderazgo, pero ahora tiene a parte de su comunidad en contra por ‘tiktokizar’ la experiencia de usuario. Meta ve en el vídeo su evolución natural.
Las redes sociales no pueden ser verdaderas ‘plazas públicas’. Menos aún las que tienen un solo dueño y son privadas, como va a ocurrir ahora con Twitter.
A día de hoy el metaverso ofrece, sobre todo, experiencias lúdicas. Sin embargo, marcas y empresas están buscando el modo de crear y asegurarse el negocio en esta nueva forma de internet.
Los riesgos del metaverso se centran en gran medida en la falta de transparencia, honestidad y responsabilidad de las personas detrás de los avatares que lo habitarán. No se trata, pese a las apariencias, de un entorno meramente lúdico o neutral.