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El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, junto a los titulares de las carteras de Transición Ecológica, de Industria, Comercio y Turismo, de Ciencia e Innovación, y de Universidades, y otras autoridades del ámbito de la investigación, durante la presentación del Plan de choque por la Ciencia y la Innovación en
La Moncloa, Madrid, el 9 de julio de 2020. Pool Moncloa/Fernando Calvo

Qué puede (y debe) aprender la política científica española de la pandemia

El coronavirus ha sacudido nuestra sociedad y nuestra economía, pero también nuestra ciencia. En un momento en que todas las miradas se giran hacia los investigadores, la pandemia ha expuesto los problemas crónicos de nuestro sistema de I+D+i. Estos lastran la competitividad del sistema y su adaptación a la era digital. Causan, además, precariedad entre sus trabajadores. No en vano, las movilizaciones del colectivo investigador han resurgido con fuerza durante el verano.

Desde la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido (CERU), basándonos en nuestra experiencia internacional, hemos dedicado este año a analizar la política científica española. Defendemos aquí cambios ineludibles que la pandemia ha puesto, más que nunca, sobre la mesa.

El Gobierno presentó en julio un plan de choque por la ciencia que representa un paso en la buena dirección. Sin embargo, no basta. Afronta solo algunos asuntos urgentes, con gran énfasis en la investigación biomédica y un enfoque a corto plazo esperable en un plan de choque.

Nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación requiere de cambios profundos y estructurales que reviertan la situación a la que se ha visto abocado tras años de olvido. Necesita financiación y estabilidad, pero también que consolidemos la I+D+i como un pilar de nuestro modelo productivo con un diseño de estrategias que busque la salida de esta crisis sanitaria, económica, política y social.

Conciliación e igualdad

Igual que otros muchos trabajadores, los investigadores hemos tenido que adaptarnos a marchas forzadas al teletrabajo. Este cambio llama a un debate sobre el presentismo de nuestra cultura laboral, también en investigación. Asimismo, muestra la necesidad de una regulación que evite abusos y sobrecargas de trabajo como, por ejemplo, por la adaptación a la docencia virtual.

La adaptación al teletrabajo debe ir de la mano de la conciliación. Una de las brechas del teletrabajo ha sido su impacto negativo sobre las mujeres y quienes tienen personas a su cargo. Esto debe resolverse con urgencia en el marco de una acción más amplia por la conciliación y contra la discriminación en los procesos de selección y promoción, que ataje la brecha de género que existe en nuestra I+D+i.

La excesiva burocracia de nuestro sistema de I+D+i lastra la actividad investigadora y nuestra capacidad para atraer talento desde el exterior. Además de afectar al teletrabajo, la adaptación digital es una oportunidad para adoptar formatos electrónicos que simplifiquen la burocracia. Pero las oportunidades que ofrece esta transformación digital afectan otras áreas.

Cooperación e internacionalización

Debemos revisar el impacto ambiental de la actividad investigadora y desarrollar métodos de trabajo y cooperación alternativos que reduzcan nuestra huella de carbono. Es una oportunidad también para aumentar nuestra proyección internacional, y forjan colaboraciones entre investigadores de dentro y fuera de nuestro territorio. Es obligado, en el marco de la Agenda 2030, que estas últimas busquen alianzas interdisciplinares desde las humanidades y ciencias sociales hasta la investigación en ingeniería y nuevas tecnologías.

La búsqueda de fármacos contra el SARS-CoV-2 ha puesto también de manifiesto el carácter internacional del esfuerzo científico y la importancia de una fluida colaboración entre la investigación pública y la privada. En España, la aportación de la iniciativa privada al I+D+i es muy modesta comparada con países vecinos o la media del bloque europeo. Es más, países de nuestro entorno como Reino Unido consideran estratégico aumentar las alianzas entre academia e industria. Debemos apostar por dicha colaboración para engrosar nuestro músculo investigador, sin olvidar la equidad y mutuo beneficio.

Ciencia abierta

Es esencial que la respuesta a la crisis se base en la evidencia, de manera reproducible y transparente. Ya en los albores de la Covid-19 numerosas instituciones científicas se comprometieron a publicar resultados en abierto y con premura. Debemos aprovechar este empuje para fomentar un debate sobre el sistema de publicación académica y su evaluación. Es necesario también promover políticas de ciencia abierta, fortalecer los repositorios institucionales e impulsar la publicación de datos primarios.

Ciencia y sociedad

La ciudadanía ha seguido de cerca la actualidad científica estos meses. Esto ha resaltado el valor social de la investigación y la importancia de la divulgación. Nuestros investigadores deben recibir —-desde el doctorado-— formación en comunicación científica. Las unidades de cultura científica en nuestras universidades y centros de investigación deben reforzarse. Igualmente, deben establecerse sistemas de asesoramiento científico independiente al Legislativo (y mejorar los del Ejecutivo) para basar las decisiones políticas en la mejor información científica.

En el contexto actual, desde CERU creemos que España debe actuar con urgencia sobre estos puntos durante el curso político que ahora comienza. Solo con una política científica ambiciosa y transversal podremos fortalecer -—tras la crisis provocada por la pandemia-— nuestro sistema de I+D+i, y apuntalar una recuperación basada en la generación de conocimiento y bienestar social.

Estas propuestas proceden del informe “Por un país innovador” que hemos elaborado desde el departamento de Política Científica de la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido junto con investigadores que trabajan en España y Reino Unido, además de expertos en gestión y transferencia.

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