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¿A quién favorece la enseñanza de ajedrez en la escuela?

El 11 de febrero de 2015 la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados de España instó al Gobierno a introducir el ajedrez en el sistema educativo de acuerdo con las recomendaciones del Parlamento Europeo de marzo de 2012. Argumentaron entonces que el ajedrez “mejora la memoria y la capacidad estratégica, enseña a los estudiantes a tomar decisiones bajo alta presión y desarrolla la concentración”.

Para entonces, unos pocos adeptos ya habían comenzado a utilizar el ajedrez con fines educativos: Daniel y David Escobar en Andalucía (Proyecto AJEDUCA), Joaquín Fernández en Cataluña (ajEdu), Apolonio García en Canarias (El Ajedrez en la Escuela), Enrique Sánchez y Diego Zulueta en Aragón (Ajedrez a la Escuela), Luis Blasco en Madrid (Proyecto CASTLE: ajedrez educativo), Javier Martínez en Valencia (E. Tigran y más tarde Proyecto MiniChess), etc. Gracias sus esfuerzos, se incrementa poco a poco la presencia del ajedrez en las aulas españolas.

El ajedrez, una moda que va y viene

El ajedrez ya estaba de moda en España en la segunda mitad del siglo XIII, cuando Alfonso X mandó publicar el Libro del ajedrez, dados y tablas. También entre 1560 y 1575, cuando el clérigo extremeño Ruy López de Segura era considerado campeón del mundo, el primero de la historia según muchos estudiosos.

Volvió a ponerse de moda entre 1978 y 2010, cuando la localidad jiennense de Linares fue sede de uno de los torneos más importantes del mundo y rara era la localidad española que no celebrase algún torneo internacional de ajedrez.

Quizá la mayor popularización de este juego se produjo en 1987, cuando Garri Kasparov y Anatoli Karpov se disputaron el título mundial en Sevilla durante más de dos meses. Muchos desempolvaron sus tableros y piezas; cada día se veían en televisión programas especializados, había una presencia continua en los noticiarios y más de 13 millones de espectadores presenciaron la final en directo por TVE. Muchos de esos espectadores no sabían nada de ajedrez, pero querían conocer el desenlace del duelo.

Tampoco saben jugar al ajedrez la mayor parte de los que siguen por Netflix la serie Gambito de dama, rotundo éxito de público y crítica, ganadora de once premios en la última edición de los Emmy.

Sin embargo, ni el ajedrez forma parte de la vida de la población española del modo en que ocurre en otros países desarrollados, ni el nivel de los ajedrecistas es acorde con los hitos que se han descrito arriba. Muy probablemente, la causa esté en que el ajedrez no se imparte de forma generalizada en los colegios.

¿Juego de psicópatas?

Para Benjamin Franklin, “toda la vida es una especie de ajedrez”. Ciertamente, en la vida, como en el ajedrez, se toman multitud de decisiones similares a otras ya ensayadas o aprendidas. El autor naturalista Stephen Moss replicó en 2015 en el diario The Guardian: “El ajedrez es un juego maravilloso, pero no un entrenador para la vida”.

Gambito de dama nos presenta la vida de una huérfana adicta al alcohol y las drogas que utiliza el ajedrez como evasión. Efectivamente, hay jugadores de ajedrez que tienen problemas mentales, algunos son solitarios y otros rebeldes. Para ellos, el tablero es una especie de hogar donde refugiarse, un lugar en el que pueden sentirse mejor por percibir un nivel de control mayor o igual que el de sus oponentes.

En muchas otras novelas y películas con trasfondo ajedrecístico se insinúa que es un juego enfermizo, porque el objetivo es destruir al rival a toda costa. Pero hasta hoy, nadie ha sido capaz de probar que el ajedrez pueda acrecentar las conductas antisociales, sino más bien lo contrario.

Un riesgo cierto es que puede generar adicción: la descarga de dopamina durante una partida puede alcanzar niveles peligrosos. Sin embargo, también parece probado que posee un notable poder curativo para pacientes esquizofrénicos, psicóticos o con trastornos de personalidad. Es decir, jugar al ajedrez entraña algunos riesgos, valoremos si superados por los beneficios que aporta su práctica.

¿Nos hace más listos?

Utilizar un juego en el aula casi siempre es positivo y más si se trata de un juego estratégico. Los alumnos prefieren jugar a dar clase, y el ajedrez es considerado el mejor ejemplo de actividad intelectual en un juego. El ajedrez enseña a respetar las reglas y, según algunos estudios académicos, mejora la memoria y la toma de decisiones de los alumnos.

Entre otros beneficios frecuentes, previene los trastornos de la atención y algunos tipos de dislexia, ayuda a controlar la impulsividad, favorece la adquisición y el desarrollo de los procesos de lectura y escritura. Incluso varios artículos sostienen que quienes juegan al ajedrez en los primeros años de Primaria reducen su aversión al riesgo y se vuelven más inteligentes.

Como ocurre con cualquier otro deporte, se ejercita la disciplina y está probado que su práctica habitual está relacionada con varias características positivas: mejora la concentración, la agilidad mental, la visión espacial, el pensamiento lógico y el pensamiento en abstracto, la capacidad de analizar, calcular, sintetizar y decidir, la atención, la paciencia, la intuición, la creatividad…

Potencia la resolución de problemas, ayuda a prever, planificar y tomar decisiones con información incompleta. También favorece las habilidades sociales, la aceptación de las consecuencias de los propios actos, la honestidad, la tolerancia ante los que piensan o actúan de forma distinta, el pensamiento crítico, la humildad…

Hay que saber ganar y saber perder. Es una actividad de bajo coste que favorece la integración. No hay ventajas para niñas o niños y, por tanto, sirve para educar en la igualdad. Es más, en particular, a los niños con TDAH les convienen actividades que requieran concentración y cierto grado de esfuerzo intelectual, por lo que se les recomienda habitualmente música, deporte, yoga o ajedrez. Estos niños también suelen mostrar déficit en atención, planificación, agilidad mental y visión espacial, que son algunos de los puntos fuerte del juego–ciencia.

El futuro del ajedrez

Muchos pensaban que los ordenadores iban a matar al ajedrez porque los humanos no podrían jugar tan bien como las máquinas. Sin embargo, el ajedrez está viviendo una época dorada y en este siglo se han multiplicado las posibilidades para su aprendizaje y práctica.

Los ordenadores e internet han ayudado desde sus inicios a su difusión; de hecho, hasta la irrupción de los eSports, era el único deporte que se podía practicar por internet.

¿Apostamos por el ajedrez en la escuela? Esta herramienta estimula la inteligencia de los niños y facilita la integración. Su implantación no favorece exclusivamente a los monitores de ajedrez y solo perjudica a quienes no desean que nuestros menores aprendan a reflexionar, no sea que le cojan el gusto.

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