Existen conflictos ambientales que se gestan de forma lenta e invisible a lo largo de décadas y, de pronto, al alcanzar ciertos umbrales, salen a la luz. En el caso del Mar Menor (Región de Murcia, España), la primera señal de alerta fue a principios de los 2000, con la invasión de medusas en la laguna salada más grande de Europa. Se actuó en los síntomas, pero sin resolver las causas.
Las inversiones y las transformaciones realizadas en la década de los 70, con la llegada del trasvase Tajo-Segura, perseguían el desarrollo socioeconómico de la comarca del Campo de Cartagena. Durante unas décadas se consiguió, y florecieron la agricultura y el turismo.
A partir del 2016, y de forma catastrófica en octubre de 2019, se produjo el colapso visible de la laguna, una década más tarde de los primeros avisos. El Mar Menor arrojó 3 toneladas de peces muertos, y 4,5 toneladas más en 2021. Todo ello debido al cambio de condiciones ecológicas, que provocó la desestabilización de los niveles de oxígeno en el agua. La laguna había perdido la resiliencia contra fenómenos meteorológicos extremos, ya sea una DANA o una ola de calor.
De crisis ambiental a desarrollo sostenible
Inicialmente, un problema medioambiental evolucionó hacia graves conflictos de intereses, enquistados y en apariencia irresolubles. Estos escalaron a distintos niveles:
A nivel social, con grandes protestas de la población.
A nivel económico, afectando a las economías de determinados sectores, hundiendo el sector turístico local, empobreciendo a la población, con el comercio desplomado y la bajada de los precios de las propiedades.
A nivel político, utilizándose el conflicto como herramienta manipuladora hacia el adversario político, a nivel local y regional, y rápidamente a nivel nacional, llegando a afectar directamente a ministras con denuncias por decisiones tomadas décadas antes de estar en su cargo.
El Mar Menor sufre actualmente una crisis socioeconómica y ambiental, en una comarca con un elevado índice de pobreza y riesgo de exclusión social.
Soluciones que parecían buenas y comprensibles hace unas décadas, ya que la población tenía derecho a mejorar su nivel de vida y su futuro, ahora ya no parecen tan buenas. A la vuelta de varias décadas, podemos cuantificar el impacto de muchas decisiones tomadas en el pasado y aprender de ellas.
Esta situación es casi un calco de situaciones similares en el mundo. Por ejemplo, la eutrofización del mar Báltico y la bahía de Tampa en Florida. Tan importante es entender lo que ocurrió como salir del bucle de la culpabilidad. Necesitamos construir soluciones que ayuden a superar barreras hacia un desarrollo más sostenible. Por difícil que sea, estamos ante una oportunidad única de convertir esta crisis ambiental y social en un escenario de desarrollo sostenible para todos los sectores.
La búsqueda de soluciones requiere generar entendimiento entre sectores, disponibilidad de información objetiva y cuantificación de impactos. Claves para ello son: la participación, el aprendizaje mutuo y la búsqueda de valores comunes, para motivar y apoyar la transición de todos los sectores.
Superar barreras para resolver el conflicto
Frecuentemente, en problemas ambientales, como el caso del Mar Menor, existe conocimiento científico-técnico suficiente para identificar las soluciones. Sin embargo, existen barreras sociales, económicas, culturales e institucionales que dificultan la puesta en marcha de las mismas. Es crucial identificar cuáles son estas barreras y cómo podemos superarlas.
Progresivamente, la psicología y la sociología ambiental se abren camino como herramientas para entender y ayudar en la resolución de conflictos ambientales y en la adopción de soluciones de forma negociada, en el mejor de los casos consensuada.
La observación y análisis de los valores detrás de las decisiones que toman los distintos agentes sociales permite identificar aquello que une y separa a los mismos. Los valores y las creencias que tenemos como individuos, y como grupo, nos mueven a la acción, empujan nuestro compromiso con las causas.
Las políticas y las decisiones en materia ambiental y desarrollo socioeconómico pueden beneficiarse de ello, conectando con los valores de los distintos agentes sociales, que se identificarán en esa conexión, motivando y facilitando la adopción de soluciones, minimizando o incluso resolviendo conflictos.
Talleres que fomentan el entendimiento
En la investigación realizada en el proyecto europeo COASTAL para buscar soluciones de consenso al problema del Mar Menor aplicamos una metodología participativa. Durante cuatro años organizamos talleres con representantes de todos los sectores donde identificamos, por un lado, los valores personales y comunes de varios grupos sociales implicados, y, por otro lado, sus propuestas de soluciones.
Encontramos en el análisis algunas divergencias, pero muchas áreas de convergencia, tanto en valores como en soluciones propuestas.
Avanzamos en el entendimiento entre grupos. Identificamos aquellas soluciones que son más fáciles de implementar porque cuentan con una base común. Aquellas que requieren más negociación. Incluso situaciones que necesitan decisiones valientes por parte de las autoridades competentes en el caso de desacuerdo. En este último caso, aunque no se llegue a un consenso, la participación puede acercar posturas y generar mayor entendimiento para la toma de decisiones mejor informadas y transparentes.
Participación, diálogo y planificación integrada
En los talleres iniciales del proceso participativo preguntamos, por ejemplo, individualmente a todos los representantes de los sectores (científicos y ONG, administraciones, agricultores, pescadores y salineros, sector turístico y población local) cuál era su paisaje favorito en el mundo. A esta pregunta, el 85 % contestó de forma convencida y emocional: “El Mar Menor en mi infancia y juventud”, poniendo de manifiesto un grupo de valores común entre sectores: el paisaje emocional.
El arraigo, el valor emocional, la recuperación del capital natural, etnográfico y arquitectónico fueron valores muy comunes a todos los grupos sociales. Estos valores tuvieron tanta importancia como otros, que surgieron de diferentes mesas de diálogo, relacionados con la gobernanza, la economía, la educación y el estado ecológico.
El análisis de los valores permitió identificar los espacios donde encontramos intereses comunes y se codiseñó una hoja de ruta con 4 metas y 14 soluciones. Estas engloban asimismo numerosas propuestas prácticas.
Algunos ejemplos de estas propuestas son la creación de corredores verdes, el fomento del agroturismo, el ecoturismo costero y rural, la formación del sector agrícola sobre el uso de fertilizantes y la transición hacia una agricultura ecológica.
No podremos lograr el desarrollo sostenible del Mar Menor y la Comarca del Campo de Cartagena sin entendimiento entre los colectivos implicados. Centrándonos en lo que nos une, generando conocimiento y aceptación de lo que nos diferencia, para alcanzar consensos duraderos. Todo ello basado en un comportamiento ético en el uso y gestión del capital natural, cultural, social y económico como bienes comunes.