Menu Close
mains humaines tenant une représentation planétaire d'atome
Conceptos contraintuitivos, vocabulario a veces evocador: la mecánica cuántica se utiliza a menudo como aval científico de tecnologías con las que no tiene nada que ver. Igor Nikushin/Shutterstock

Cuando el término “cuántico” se pervierte para vender productos sin fundamento científico

El 2 de enero de este año, la perfumería francesa Guerlain presentó un nuevo producto cosmético, afirmando que estaba basado en la física cuántica. Al proponer una “nueva vía de rejuvenecimiento […] basada en la ciencia cuántica que ayuda a restaurar la luz cuántica de una célula joven”, la empresa provocó reacciones indignadas de la comunidad científica, de los medios de comunicación y de youtubers, lo que llevó al perfumista a modificar rápidamente su mensaje promocional.

Este asunto forma parte de una larga historia de apropiación indebida de los conceptos y del léxico de la mecánica cuántica – y de la ciencia en general– cuyo resultado es la promoción de las pseudociencias, esas disciplinas que asumen la apariencia de conocimientos establecidos sin tener la menor base en ellos.

El calificativo “cuántico” es ahora omnipresente en el mundo del bienestar, las llamadas medicinas alternativas y el mundo del esoterismo. Podemos encontrarlo en salones de belleza, sitios de venta en línea, redes sociales o las secciones de “bienestar”, e incluso de “medicina”, de muchas librerías.

Algunos dispositivos de curación cuántica han recibido considerable cobertura mediática, como el Taopatch, que llevaba la estrella del tenis Novak Djokovic en el pasado Roland Garros. Este aparato, del tamaño de una moneda, afirma no sólo mejorar el rendimiento físico, sino también tratar enfermedades neuromusculares. Estas afirmaciones confunden al público en general, que tiene dificultades para distinguir lo verdadero de lo falso.

Riesgos para la salud, derivas sectarias… y la cartera

El peligro es real, ya que la confusión puede tener consecuencias nefastas para el gran público.

Los defensores de la medicina cuántica afirman a veces poder curar casi todas nuestras dolencias, incluidas las enfermedades graves. Por ejemplo, en el libro superventas de Deepak Chopra La Curación Cuántica (1989), el autor no sólo sugiere que su enfoque puede curar el cáncer, sino que fomenta la desconfianza en la medicina. Este tipo de discurso, ahora muy extendido en este campo y sobre todo en Internet, puede llevar a que la gente se aleje del mundo médico.

Otro ejemplo más reciente: el “Healy”, un dispositivo terapéutico supuestamente basado en un “sensor cuántico”, del que se han vendido cerca de 200 000 unidades a precios que oscilan entre los 500 y los 4 000 euros, ofrece programas para un gran número de tratamientos a través de aplicaciones de pago, que incluso podrían sustituir parte de nuestra dieta. Sin embargo, el análisis de ingeniería inversa ha revelado que no contiene ningún sensor cuántico. De hecho, ningún sensor en absoluto.

Al incitar a la gente a desconfiar de la medicina y/o a adoptar comportamientos de riesgo, estos argumentos pueden conducir a oportunidades perdidas desde el punto de vista médico.

La medicina alternativa puede también conducir al sectarismo: el último informe de la agencia gubernamental francesa Miviludes indica que el 24 % de las denuncias de comportamientos sectarios se refieren a “prácticas sanitarias no convencionales”.

Del comportamiento cuántico al mundo clásico que vivimos a diario: una cuestión de escala

Seamos claros: no hay nada cuántico en estos planteamientos.

La física cuántica se desarrolló para comprender la interacción entre la luz y la materia a escala atómica. Ha dado lugar a una descripción muy fructífera de la naturaleza a escala microscópica, al tiempo que ha revelado fenómenos contraintuitivos difíciles de interpretar.

Por ejemplo, según la mecánica cuántica, las partículas elementales pueden comportarse como ondas, pueden estar en varios estados superpuestos (por ejemplo en dos lugares simultáneamente) o incluso entrelazadas, cuando los estados de dos partículas dependen uno del otro aunque estén muy alejados. Pero el mundo a nuestra escala no se comporta así. Lo experimentamos todos los días: los objetos que nos rodean están en un solo estado, en un solo lugar, no se propagan. Los gatos no están a la vez vivos y muertos.

La razón de esta diferencia entre el comportamiento de la materia a nuestra escala y el de las partículas que la componen es objeto de investigación desde hace más de medio siglo, y los resultados son inequívocos. Los efectos cuánticos son muy frágiles y su observación requiere condiciones extremas: temperatura muy baja (a menudo cercana al cero absoluto), un gran vacío, oscuridad total y un número muy pequeño de partículas. Fuera de estas condiciones, los efectos cuánticos desaparecen muy rápidamente bajo el efecto de un fenómeno omnipresente llamado “decoherencia”. Este término se refiere al efecto destructor del entorno (luz, atmósfera, calor) sobre los efectos cuánticos.

Las superposiciones cuánticas a gran escala son tan frágiles y se destruyen tan rápidamente por su acoplamiento con el entorno que no pueden observarse en la práctica. En cuanto se crean, se transforman instantánemente en mezclas estadísticas sin interés.

Serge Haroche, Premio Nobel de Física 2012 y pionero de la decoherencia, en Exploring the Quantum (Oxford, 2006).

Así, en el ámbito de la biología, donde la materia es densa y la temperatura relativamente alta, sí podemos identificar algunos fenómenos puramente cuánticos, pero de manera muy local, a escala de unos pocos electrones. Por ejemplo, la detección del campo magnético terrestre por las aves migratorias implica la superposición de estados de dos electrones dentro de una molécula llamada criptocromo. En cambio, los fenómenos físicos a escala de nuestros órganos, de una célula o incluso de una molécula biológica, como una proteína o el ADN, son puramente clásicos, en virtud de la decoherencia.

Un vocabulario y unos conceptos mal utilizados por los partidarios de la pseudociencia

Sin embargo, estas consideraciones no molestan a los partidarios del discurso pseudocientífico, que espolvorean la jerga de la mecánica cuántica sin ningún rigor y de forma ambigua, multiplicando los malentendidos y las falsedades. Con frecuencia se escudan en citas de grandes físicos que a veces han admitido sus propias dificultades de interpretación.

No nos equivoquemos: la física cuántica se entiende muy bien y es extremadamente precisa en sus predicciones. Las dificultades constatadas por los científicos del ramo provienen de la interpretación, de la representación mental que nos hacemos de los fenómenos cuánticos, inquietantes, muy diferentes de nuestra experiencia cotidiana y fuera del alcance de nuestra intuición.

Por eso la mecánica cuántica es un caldo de cultivo ideal para el misticismo. Proporciona una mezcla de fenómenos fascinantes, conceptos abstractos considerados difíciles y un vocabulario evocador que se diluye en una amalgama de léxico esotérico New Age. El resultado es una fina mezcla de “vibraciones”, “luz”, “campo energético”, “biorresonancia cuántica”, “elevación del nivel energético”, “claves de armonización multidimensional” y tantas otras formulaciones vacías.

Los propios fenómenos de la mecánica cuántica son mal utilizados: el entrelazamiento puede utilizarse para curar a distancia, la bioluminiscencia proporciona una justificación para los meridianos de acupuntura y el vacío cuántico explica la memoria del agua.

Una farsa intelectual con fines lucrativos

Este enfoque constituye una farsa intelectual, según la definición de Alan Sokal y Jean Bricmont, es decir, un “uso abusivo del vocabulario científico […] para darse una ilusión de credibilidad”.

Se trata de un negocio lucrativo: desde consultas que cuestan unas decenas de euros por sesión, pasando por cursos de formación en línea que cuestan cientos o incluso miles de euros, hasta aparatos que parecen dispositivos médicos que valen más de 20 000 euros.

Su promoción, basada en las redes sociales, utiliza a menudo un esquema piramidal en el que los compradores son reclutados como revendedores, y luego, a su vez, contratan a revendedores. Este esquema protege a los fabricantes detrás de los usuarios que hacen la promoción y asumen las afirmaciones falsas.

Subirse a la ola mediática de las tecnologías verdaderamente cuánticas

Aunque los dispositivos médicos cuánticos no son más cuánticos que su bolígrafo, los fenómenos cuánticos se explotan hoy en día, en particular para crear los primeros ordenadores cuánticos. Estos funcionan en las exigentes condiciones que requieren los fenómenos cuánticos: vacío ultraalto y temperaturas muy bajas (algunos grados o incluso fracciones de grado por encima del cero absoluto, es decir, apenas -273 °C).

Con el desarrollo actual de estas tecnologías cuánticas tan reales, es de temer que los charlatanes se suban aún más a la ola mediática actual.

Por tanto, debemos estar especialmente atentos al contenido científico y a la sinceridad de quienes nos ofrecen promesas de salud o prosperidad cuánticas, para evitar que la medicina cuántica se convierta en la homeopatía del mañana.

En este sentido, el caso Guerlain puede considerarse un rayo de esperanza, ya que ha supuesto un electroshock para muchos científicos y divulgadores –enlaces esenciales entre los científicos y el gran público– que se han pronunciado a coro sobre esta cuestión. El hecho de que todos los grandes medios de comunicación les hayan dado una cobertura inmediata y sin ambigüedades –lo que no siempre ocurre con las pseudociencias– es tranquilizador.

This article was originally published in French

Want to write?

Write an article and join a growing community of more than 182,700 academics and researchers from 4,947 institutions.

Register now