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Dos años, 2 400 artículos y 72 millones de lecturas después

Hace ahora dos años, en una octava planta de la Gran Vía de Madrid, media docena de personas mirábamos expectantes la pantalla de un ordenador en el que comenzaba a montarse la primera portada de The Conversation España.

Portada de The Conversation España del 26 de junio de 2018. Way Back Machine - Archive.org, CC BY

El jefe de máquinas, nuestro padrino y salvador, fue Leighton Kille, bostoniano y redactor jefe de The Conversation France. Él nos enseñó las herramientas y las dinámicas del trabajo diario. Desde unos meses antes, varios compañeros de las ediciones veteranas (Fabrice Rousselot, Didier Pourquery, Caroline Nourry, Catesby Holmes, Lisa Watts) y el equipo técnico asentado en Australia nos habían abierto las puertas del modelo teórico y la arquitectura técnica de la red global. Sin su ayuda, seguiríamos con el cartel de “próximamente” colgado en la página principal de The Conversation España.

Aquel 25 de junio de 2018 fue el comienzo de esta aventura periodística, la octava reencarnación de un sueño ilustrado que había comenzado al otro lado del mundo en 2011.

Aquel año del desastre nuclear de Fukushima, de la ejecución de Bin Laden y de la esperanza del 15M, el periodista británico-australiano Andrew Jaspan ponía en práctica una idea brillante: ofrecer a los cientos de miles de docentes universitarios e investigadores del mundo –los que más saben sobre lo suyo– una plataforma para que ese conocimiento experto se diseminase por la sociedad en forma de artículos divulgativos, explicativos, contextuales, asentados en la evidencia científica. Una conversación entre los que saben y los que quieren saber.

El lema original, Academic rigour, journalistic flair, lo tradujimos como Rigor académico, oficio periodístico. Y echamos a andar.

Hoy aquella idea llega cada día a millones de personas de todo el mundo que leen los artículos –en inglés, francés, bahasa indonesio o español– en su edición regional de The Conversation o los encuentran en sus medios de referencia, en versión original o traducidos a más de una treintena de idiomas, incluidos el gallego, el catalán y el euskera.

Aquel comienzo de verano de 2018 brotaron las primeras hojas de un árbol que hunde sus raíces en la comunidad académica e investigadora en castellano. Entonces habían apostado por el modelo una docena de instituciones. Hoy son más de 45.

La redacción de The Conversation en español está muy dispersa geográficamente. Aunque tenemos una pequeña oficina en Madrid, cedida por Telefónica en su espacio de emprendimiento Wayra, trabajamos también desde Logroño, Málaga, Londres, Berlín y Los Ángeles. Por eso estamos habituados al teletrabajo desde mucho antes de la crisis del coronavirus. Cuando nos preguntan dónde trabajamos, miramos al móvil: ahí dentro, decimos. En las circunstancias actuales esto es una ventaja.

En estos dos años de asentamiento del proyecto hemos pasado por The Conversation en español dieciocho personas. A varias, la vida las llevó por otros derroteros (Amelia, Ángeles, Laura, Roberto, Inmaculada, Daniel, Claudia). Actualmente somos siete mujeres (Beatriz, Mónica, Elena, Eva, Elba, Lola y Lucía) y cuatro hombres (Sergio, Luis Felipe, Rafael y nuestro decano, Rafael Puyol).

Parte de la redacción de The Conversation España en el acto de primer aniversario. De izquierda a derecha Beatriz Pérez, Miguel Castro, Claudia Lorenzo, Sergio Ferrer, Luis Felipe Torrente, Rafael Sarralde, Lola Delgado y Lucía Caballero.

El resultado del trabajo lo supervisa, desde la independencia de criterio y la experiencia profesional, el Comité Asesor, un grupo de hombres y mujeres científicas, periodistas y rectores, coordinados por Segundo Píriz, su presidente.

La Conversación

Cada día recibimos numerosas propuestas de las universidades o de los profesores e investigadores de las instituciones colaboradoras. También les hacemos propuestas. A nosotros nos puede la actualidad, la oportunidad periodística. A los profesores e investigadores de la instituciones colaboradoras, les anima difundir su trabajo, aportar a la sociedad, mejorar el mundo que nos rodea. Podríamos decir que entre unos y otros propiciamos una amalgama entre lo que importa y lo que interesa.

Fijamos entre ambas partes las líneas generales del texto, y los autores, con nuestra colaboración, exponen y pulen los artículos que cada noche echamos a rodar a la red. Más de dos centenares de medios españoles y de los países hermanos de América seleccionan aquellos textos que consideran relevantes para sus respectivas audiencias.

Llevamos la contabilidad de cada lectura y de dónde procede. Así podemos ofrecer a los autores y autoras y a las instituciones académicas y de investigación datos exactos, en tiempo real, del impacto de cada trabajo. Todos los artículos tienen varios miles de lectores. Bastantes tienen cientos de miles y un par de ellos algún que otro millón (hasta 22).

Traducimos artículos de otras ediciones cuando consideramos su contenido relevante para el lector global e hispanohablante, igual que otras ediciones traducen artículos originales de The Conversation España cuando los consideran relevantes para sus audiencias. Y no ocurre pocas veces.

Tras estos dos años, que ya eran frenéticos antes de la pandemia del coronavirus, nos pararemos a conocer en profundidad a los lectores de The Conversation, pero sabemos que más del 60 % nos leen desde fuera de España, especialmente desde Estados Unidos, Argentina, México, Colombia, Chile, Ecuador y Perú. Por eso, aunque nacimos como The Conversation España, la realidad nos acabará rebautizando como The Conversation en español (¿o La Conversación sin apellido?).

En ocasiones nos inquieren sobre nuestra línea editorial. Respondemos que, como partidarios del progreso sostenible, la igualdad, el perfeccionamiento de la democracia, la transparencia y los derechos universales a la educación, a la sanidad, y a la vivienda y el trabajo dignos, nuestra línea editorial coincide, punto por punto, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Dos años, 2 400 artículos y 72 millones de lecturas después podemos decir que hemos logrado lo más parecido al sueño de la Ilustración que tenemos a mano.

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