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Mechones de pelo enrollados en forma de flor rodeando una foto en blanco y negro de una familia. Ambrotipo (de tres personas) y corona de flores. Alrededor de 1850. Mütter Museum

El pelo y el duelo: un recuerdo más allá de la fotografía

Como se analizó recientemente en otro artículo, el cabello es un elemento importante de reivindicación y simbolismo. Ambos elementos están muy presentes en el gesto de cortarse el pelo para recordar la muerte de Mahsa Amini en Irán y alrededor del mundo. Por otra parte, diversos autores vinculan este gesto como acto de visibilización del duelo presente en la cultura persa.

Existen numerosas vinculaciones del cabello con los rituales funerarios o el luto en diversas culturas. Por ejemplo, en ilustraciones y textos del Antiguo Egipto, con plañideras que se tiraban del pelo.

Sin embargo, su evolución ha sido importante y curiosa, como explica Katy Kelleher en su breve historia del arte con pelo humano.

Artesanía capilar en los siglos XVIII y XIX

Hubo una época en la que era habitual el intercambio de mechones de pelo entre amigas o enamorados. También lo eran los elementos para conservarlos: relicarios, guardapelos, álbumes o todo tipo de “arte capilar”.

Pieza que guarda el cabello de algunos de los presidentes de EE.UU. National Museum of American History

Con ellos podía incluso generarse una genealogía o una cronología, como la pieza Hair of the Presidents, Washington, D.C., 1855 que presenta en forma de mechones de pelo la memoria de los presidentes de EE. UU. desde George Washington a Franklin Pierce.

Con cabello humano se han realizado bordados delicados o joyería de todo tipo, llegando a ser la base de cadenas trenzadas, pendientes, broches o pulseras. Son especialmente conocidas las piezas conmemorativas realizadas durante la época victoriana en el ámbito anglosajón. Su elaboración era tan compleja que precisaba incluso de formación y guía. Hubo publicaciones específicas como The Art of Hair Work: Hair Braiding and Jewelry of Sentiment de Mark Campbell (1875).

Broche victoriano que combina la joya con el cabello. Victoria & Albert Museum

Este tipo de obras de arte popular, que hoy resultan tan sorprendentes, tuvieron una gran presencia como elemento de luto en los siglos XVIII y XIX.

La creación de joyas de luto a menudo combinaba pelo encapsulado con determinados materiales apropiados como el azabache, e incluso con la inclusión de un retrato del difunto. Estas joyas llegaron a ser muy diversas y complejas. En otras piezas conmemorativas, el cabello se manipulaba y mezclaba con diversas substancias. De este modo, se obtenía una textura que permitía trabajar el pelo como materia prima para evocar lamento, pérdida y contribuir al recuerdo del ser querido. Precisamente por la delicadeza de los materiales, su conservación hoy en día plantea interesantes retos.

Fotografía y pelo

Muestra de diferentes tipos de cabello. Cincinnati Art Museum

La fotografía nace en el siglo XIX y desde sus inicios se vincula fuertemente con la memoria, especialmente a través del álbum de familia tradicional. En algunos de estos álbumes se guardan flores, dibujos y cabello junto a las imágenes. Este tipo de prácticas también se realizaban con motivo de una pérdida.

En las diversas investigaciones realizadas sobre la representación fotográfica de la enfermedad, la muerte y el duelo, hemos encontrado el cabello frecuentemente vinculado a la voluntad por preservar la memoria de los fallecidos y de las personas amadas.

Precisamente, cuando llega la muerte al entorno familiar es cuando afloran los valores más simbólicos del pelo. Preservarlo supone, por extensión, conservar al ser querido. Por este motivo puede llegar a convertirse en una reliquia, como la propia fotografía lo es en un sentido metafórico. Mientras esta conserva la imagen, el pelo permite mantener un contacto con el cuerpo, al tener una durabilidad y permanencia que escapa a la rápida descomposición del cadáver. Unir fotografía y pelo en relicarios, cuadros o medallones fue durante algún tiempo una forma importante de recordar a los seres queridos.

Prácticas contemporáneas

Este tipo de prácticas, aún siendo poco conocidas, han conseguido encontrar adeptos gracias a la globalización mediante talleres de artistas que han recuperado esta técnica, como los que se ofrecen en The Morbid Anatomy Museum o el Manitoba Museum.

Aunque parezca que estas obras pasan inadvertidas, pueden encontrarse en colecciones como las del Museu Frederic Marés. Además, en los últimos años se han organizado varias exposiciones para darlas a conocer. En 2018, el Mütter Museum del College of Physicians of Philadelphia junto a Morbid Anatomy presentaron “Woven Strands. The Art of Human Hair Work” y, en 2019, el Museo del Romanticismo expuso en Madrid “Teje el cabello una historia. El peinado en el Romanticismo”.

También hay artistas contemporáneos que están trabajando con pelo en obras generalmente relacionadas con la identidad, la memoria, el paso del tiempo y la pérdida. Ahí encontramos a Liyen Chong, Adrienne Antonson, Adriana Kozub o Agustina Woodgate.

The Gravy, de Liyen Chong.

Sería un error pensar que el uso del cabello en la artesanía y el arte, especialmente como elemento importante en el duelo, es cosa del pasado. El sector funerario contemporáneo, por ejemplo, parece haber tomado nota de la nueva aceptación de estas prácticas. Entre los servicios ofrecidos por estas empresas cada vez es más frecuente encontrar la posibilidad de disponer de joyas para el recuerdo, ya sean elaboradas con cenizas del difunto o con cabello.

Por tanto, aunque parezca que la fotografía haya desbancado al pelo a la hora de recordar a nuestros seres queridos, y este tipo de obras provoquen cierto respeto o “repelús”, es indudable su vinculación con la muerte, la pérdida y el duelo. Quizás conservar un mechón de pelo deje de verse como algo morboso y pueda volver a entenderse como un medio para evocar y sentirse un poco más cerca del ser querido.

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