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Hay una estrecha relación entre la microbiota y el deterioro de la salud mental

En los últimos años ha aumentado la visibilidad de los trastornos mentales como la ansiedad o la depresión en los medios de comunicación. Por ejemplo, un informe publicado en 2023 reveló que un 17 % de los jóvenes universitarios españoles tomaban medicamentos para paliar la ansiedad o los síntomas depresivos que sufrían.

Está claro que el miedo, la incertidumbre y la saturación provocada en los centros de salud y hospitales por la pandemia del covid-19 causó estragos. En estos casos, se identifica claramente la causa que puede desencadenarlo. Pero ¿y si le dijese que la alimentación también puede tener relación con el aumento estas patologías?

Un arsenal de pruebas

A raíz del surgimiento de movimientos como el realfooding o las dietas basadas en vegetales (veganismo, flexitarianismo, etc.), la reputación de los productos ultraprocesados ha caído en picado. Y uno de los últimos argumentos para reducir su consumo son las numerosas evidencias que sugieren una conexión entre su ingesta excesiva y la aparición de problemas mentales.

Esta es, por ejemplo, la conclusión de una revisión reciente de investigaciones, que vinculó el consumo elevado de esos alimentos y el riesgo de padecer síntomas relacionados con trastornos depresivos o de ansiedad, aunque aún no se sabe a ciencia cierta por qué ocurre.

Las pruebas son abrumadoras. Si examinamos los análisis uno por uno nos llamará la atención, por ejemplo, un trabajo realizado en Corea del Sur que revelaba una probabilidad 1,4 veces mayor de padecer depresión si mediaba una dieta generosa en ultraprocesados, con mayores efectos entre las mujeres. Otra investigación llevada a cabo en Estados Unidos arrojaba datos similares: la población que realizaba menos ejercicio y comía habitualmente este tipo de productos también era más propensa a desarrollar ese trastorno.

Los resultados del estudio SUN Project, que examinaba los efectos en jóvenes universitarios del ámbito mediterráneo, fueron incluso más preocupantes, dada la edad de los participantes. Y, por último, el seguimiento a personas sin síntomas depresivos previos durante más de cinco años en Francia vinculó un incremento en su aparición al consumo de bebidas, salsas y productos con grasas añadidas. De hecho, las bebidas con edulcorantes artificiales parecen estar relacionadas con un posible desencadenamiento de la depresión.

La microbiota entra en escena

La dieta, la actividad física, la edad y el género son factores a tener en cuenta, pero muchos trabajos han puesto de manifiesto el papel protagonista de la microbiota intestinal en esta conexión.

Los microorganismos que habitan nuestro sistema digestivo se distribuyen en filos, que a su vez se componen de diversos géneros. Los filos más abundantes son Firmicutes y Bacteroidetes, pero hay otros importantes como Actinobacterias, Fusobacterias, Proteobacterias y Verrucomicrobia. Dentro de los numerosos géneros, el más conocido es el Bifidobacterium.

Pues bien, se ha comprobado tanto en estudios con animales como en humanos que el número de bacterias Firmicutes disminuye en los cuadros de ansiedad, mientras que prolifera la población de Bacteridetes y Fusobacterias. En el contexto de la depresión, Prevotella, Klebsiella y Clostridium son los géneros más asociados con la microbiota intestinal.


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Idealmente, la microbiota debería disfrutar de una proporción equilibrada de filos y géneros, lo que se conoce como eubiosis. Cuando se rompe la armonía, aparece el efecto contrario: la disbiosis, relacionada no solo con la depresión o la ansiedad, sino con un buen número de patologías crónicas. Por ejemplo, géneros que pueden considerarse como proinflamatorios se encuentran en mayor medida en individuos con estados depresivos o ansiosos.

Además, el 90 % de la serotonina del organismo es generada por la microbiota, circunstancia que juega un papel importante en la regulación del denominado eje intestino-cerebro.

Dieta saludable para recuperar la armonía bacteriana

Si queremos revertir la disbiosis, una de las opciones es recurrir a los probióticos, aunque cambiar los hábitos alimenticios parece arrojar mejores resultados. Esto se debe a que la microbiota obtiene gran parte de su energía a través de la dieta, por lo que una modificación en la ingesta tiene un efecto directo en la proporción de filos y géneros.

En este sentido, patrones dietéticos occidentalizados –caracterizados por la abundancia de alimentos de origen animal, el abuso de ultraprocesados y las técnicas culinarias poco saludables– se asocian a unos niveles mayores de ansiedad y depresión, en contraposición con dietas como la mediterránea, la nórdica o la japonesa. Una ingesta elevada de ácidos grasos poliinsaturados procedentes del pescado, las frutas, las verduras, los cereales integrales y los alimentos fermentados podría favorecer un estado de eubiosis.

Aunque la ansiedad y la depresión tengan múltiples causas, está claro que el consumo frecuente de alimentos ultraprocesados podría incrementar el riesgo de padecerlos o empeorar sus síntomas.

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