Últimamente escucho hablar de TikTok a niñas emocionadas con coreografías, retos o bromas. También en las noticias por las reticencias de Donald Trump.
Teniendo 800 millones de usuarios activos al mes, 2.000 millones de descargas y con un 41% de usuarios de 16-24 años, es fácil comprender que aparezca en conversaciones y noticias, porque está generando una nueva manera de ver vídeos y de interactuar a través de ellos.
La ‘FaceTime Prank’ o broma de Facetime
En este contexto, los vídeos etiquetados como “FaceTime Prank” merecen una reflexión aparte. Se trata de una supuesta broma en la que se simula una llamada de Facetime (con la imagen en vídeo de quien supuestamente está realizando la llamada, y la imagen más pequeña debajo del que recibe la supuesta llamada). La “broma” consiste en que la persona que supuestamente llama, y es presentada como una profesora o amigo, es alguien sorprendente generalmente porque tiene una apariencia poco habitual (desde bebés a supermodelos). Y, cuando quien la ve muestra su reacción (generalmente de sorpresa, desagrado o risa), se le dice que tenga cuidado porque es una videollamada.
Acto seguido, a pesar de saber que en algunos de los casos si fuera realmente un conocido se hubiera ofendido con la reacción, muchos comparten el vídeo. En algunos casos la burla podría llegar a ser ciberacoso e incluso se perpetra con imágenes de personas con enfermedades o con diversidad funcional. La pregunta es: ¿el miedo, la risa o el desprecio dejan de ser ofensivos simplemente porque no conocemos a la persona de la imagen? O, peor aún, ¿percibimos a las personas diferentes como seres deshumanizados y desprovistos de sentimientos con quienes todo vale?
Humanidad y realidad perceptible
En investigaciones anteriores se han detectado estrategias visuales de deshumanización de personas con determinadas enfermedades, o diversidad funcional. Estas estrategias están en la base del estigma, el rechazo y la exclusión de ciertos colectivos.
Judith Butler destacaba, analizando cuestiones de imágenes y tortura, la importancia de los marcos y las normas que determinan qué vidas son consideradas como humanas, cuáles se considera que merecen la pena ser vividas y respetadas. Porque hay una realidad perceptible (y por tanto representable) previamente establecida que marca nuestra ética y nuestras actitudes. La cuestión de fondo, por tanto, sería cuáles son los marcos actuales, quiénes configuran la realidad que vemos y con qué medios.
Derecho a la propia imagen, a la dignidad, al honor
A estos cuestionamientos éticos se han de añadir los legales. Dudo que estos vídeos cuenten con el necesario permiso para usar las fotografías de aquellos de los que se mofan.
En este contexto, el caso de Lizzie Velasquez es especialmente importante por tratarse de una personalidad reconocida en estos temas.
Velasquez tiene un síndrome muy raro (sólo diagnosticado a otras dos personas en el mundo) y ha sufrido situaciones sociales complicadas desde pequeña. Precisamente por todo esto se ha convertido en una oradora motivacional exitosa (y probablemente una influencer) con varios libros publicados sobre el tema.
La respuesta de Velasquez, también en TikTok, ha sido tan ejemplar, que se ha hecho viral (600.000 “me gusta” y más de 20.000 comentarios) y ha mostrado su agradecimiento con otro vídeo.
Incluso la fundación británica Changing Faces mostraba en un tuit su solidaridad, solicitando a TikTok que revise sus normas.
Velasquez sólo pide que no se enseñe a los niños que está bien reírse o tener miedo de quienes son diferentes y que se paren este tipo de prácticas porque, nos recuerda, “Somos seres humanos y tenemos sentimientos”.
Sin embargo, a pesar de la gran respuesta positiva, el problema continúa y, a los pocos días, según ella misma compartió en Instagram, volvía a circular un meme cruel en Facebook con su foto. ¿Cuándo nos concienciaremos del acoso y el sufrimiento que generan estas supuestas bromas? De hecho, Velasquez etiqueta este meme como #endcyberbullying (acaba con el ciberacoso).
¿Qué te define como persona?
Velasquez explica en una charla Ted que cuando estaba en el bachillerato encontró un vídeo compartido online en el que se la etiquetaba como la mujer más fea del mundo. Aquel vídeo de ocho segundos tenía cuatro millones de visitas y cientos de comentarios en los que le recomendaban que se matara (cuando Butler habla de que ciertos marcos otorgan o quitan humanidad, valor, a la vida, no es baladí). Las burlas en forma de memes regresaron en 2016 y no parece que vayan a detenerse.
Sin embargo, frente a estas actitudes, ella se pregunta (y nos pregunta) qué nos define como personas y, demostrando una gran personalidad, explica que no permite que la definan los que la llaman “monstruo”.
Su actitud es admirable. Pero la responsabilidad y el peso de la respuesta a estas imágenes y vídeos virales no puede recaer únicamente sobre las víctimas. No es justo y, además, no es suficiente. Cuando una imagen o un vídeo es para algunos una broma sin importancia y para otros es un sufrimiento público insoportable y reiterado (ciberacoso), estamos fallando como sociedad.
La respuesta ha de darse desde las mismas plataformas, desde las familias y las instituciones. En una sociedad tan visual, es necesario revisar nuestros principios éticos sobre las imágenes y el humor. Y, sobre todo, educar también visualmente en el respeto a la diversidad y la diferencia.