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Revistas depredadoras: el negocio fraudulento del siglo

El exigente proceso de promoción al que se someten los docentes universitarios españoles que desean acreditarse ante la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) ha sido aprovechado por algunas editoriales internacionales como una oportunidad de negocio para ganar dinero. Su modus operandi es cuestionable, ya que las prácticas empleadas para captar clientes atentan contra los valores de la responsabilidad académica y la integridad científica.

Estas editoriales se sirven de su cebo estrella: las llamadas “revistas depredadoras” (del inglés, predatory journals). Se trata de publicaciones de acceso abierto que, bajo un simulado prestigio internacional, adulan a sus presas invitándolas a publicar a cambio de repercutirles los costes de edición y maquetación de sus manuscritos.

Estas empresas utilizan unas estrategias de marketing cada vez más sofisticadas, lo que dificulta su identificación. Entre ellas destacan los reclamos basados en los altos índices de indexación, los rigurosos procesos de publicación a los que someten sus artículos (revisiones de pares o pares ciegos poco transparentes) o las estrictas normas de conducta ética de las que alardean si identifican intenciones reprobables en el envío de los escritos. Asimismo, prometen plazos de publicación muy cortos (días o pocas semanas), lo cual es un aliciente añadido para algunos investigadores noveles.

La cara oculta de estas revistas es que no existe tal índice de impacto porque no se encuentran registradas en bases de datos reconocidas (algunas carecen incluso de ISSN). Tampoco cuentan con consejos editoriales legítimos, o estos los conforman falsos académicos sin afiliación institucional. No solo cobran por la publicación de los manuscritos sino que, además, exigen la cesión de los derechos de autor sobre estos y, finalmente, dejan a los investigadores sin la posibilidad de publicar sus hallazgos en revistas serias con un impacto real.

¿Cómo identificar estas revistas?

Aunque a priori pueda resultar sencillo identificar una revista depredadora, no siempre lo es. Su modelo de negocio, totalmente fraudulento, se ha profesionalizado en los últimos años. De hecho, desde que Jeffrey Beall, bibliotecario y académico de la Universidad de Colorado Denver, identificó 20 potenciales revistas depredadoras en el año 2010, estas no han cesado de aumentar.

Actualmente se estima que existen más de 10 000 revistas activas de esta tipología, algunas de las cuales se encuentran recopiladas en listados como el de Beall’s List of Predatory Journals and Publishers (lista cerrada en 2016 por el propio Beall y reabierta de forma anónima en 2017) o la de Cabell’s International.

Algunas claves para desenmascarlas son:

  • Analizar la invitación de publicación recibida, ya que suele llegar a modo de spam y con un dominio de correo electrónico de Gmail, Hotmail, Yahoo, etc. No obstante, las editoriales empiezan a contactar a sus potenciales clientes a través de LinkedIn a fin de que su propuesta parezca más seria y profesional.

  • Leer entre líneas: a menudo los correos recibidos inician con una felicitación por publicaciones anteriores e insisten en que sería interesante publicar la traducción del mismo artículo o una versión ligeramente modificada.

  • Prestar atención a los datos básicos que figuran en cualquier publicación y que las revistas depredadoras suelen camuflar o falsificar: ubicación de su sede, institución asociada, miembros del comité editorial, proceso y plazo de publicación, ISSN, factores de impacto, métricas, ratios de rechazo, sistemas de control de plagio, etc.

  • Conocer si el autor debe asumir algún coste de publicación y cuál es la política de cesión de derechos que manejan.

  • Contrastar la información que ofrecen en sus páginas web: desde el propio nombre de la revista (el cual suele ser sospechosamente similar al de otras revistas conocidas), los datos de contacto, la antigüedad (la mayoría son de reciente creación), las políticas o normas por las que se rigen, etc.

  • Analizar el aspecto formal de la revista: en su mayoría, el redactado de la información que aparece en internet (o en el propio correo recibido) contiene errores gramaticales y ortográficos, incoherencias o falsos sentidos. La disposición de las secciones es incómoda en su navegación, los colores que utilizan resultan un tanto chillones y las imágenes o logotipos de instituciones de prestigio aparecen borrosas o distorsionadas, lo que delata la apariencia poco profesional de estas revistas. Estos aspectos deberían hacernos desconfiar de ellas.

Estas son solo algunas recomendaciones básicas que deberíamos tener en consideración cuando recibamos correos capciosos invitándonos a publicar de manera fácil y rápida.

Afortunadamente, existen algunos recursos y herramientas que pueden ayudarnos a identificar si estamos ante una de estas revistas. Por ejemplo, el sitio web Think, Check, Submit. También algunas listas de verificación como la propuesta por Blobaum (Blobaum’s Checklist for Review of Journal Quality for Submission of Scholarly Manuscript) o numerosos documentos elaborados por organismos que fomentan la integridad en la investigación como la World Association of Medical Editors (WAME), el Committee on Publication Ethics (COPE) o el Council of Science Editors (CSE).

Consecuencias para el investigador

Sin duda, el interés (o desesperación) de algunos investigadores por ver sus trabajos publicados con cierta inmediatez y en cualquier medio acarrea consecuencias negativas para su futura carrera profesional.

Entre las más relevantes destacan el descrédito de su imagen y el daño que puede causarle en futuras convocatorias de promoción interna o procesos de acreditación. Sin mencionar, por supuesto, el desperdicio en tiempo, dinero y esfuerzo invertido en la redacción del manuscrito enviado.

Asimismo, a la obra publicada le acechan otros peligros ya que, al no estar protegida, el acceso de consulta podría perderse si la revista deja de existir, lo que sucede con frecuencia cuando la falsa editorial recauda suculentos beneficios en un corto periodo de tiempo. Por lo tanto, si la obra no está accesible, no existe y no puede citarse ni referenciarse, lo que ineludiblemente provoca un perjuicio profesional al autor que suele traducirse en un sentimiento de impotencia ante el engaño, así como una gran desmotivación por seguir publicando.

De ahí la importancia de evaluar eficazmente dónde elegimos publicar los resultados de nuestras investigaciones con el fin de no perder el control sobre nuestra propia producción.

Paralelamente, las instituciones académicas deberían poner en marcha iniciativas de formación, sensibilización y concienciación sobre un fenómeno que afecta a la comunidad académica en su globalidad (docentes, doctorandos, investigadores, etc.) dado que, si se prolongase en el tiempo, acabará minando la credibilidad de la información publicada en abierto.

Urge, pues, reclamar medidas contundentes para frenar la proliferación de estos negocios ilícitos que atentan contra la propiedad intelectual de terceros y traspasan los límites de la ética y la moralidad.

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