Celina Aznarez, BC3 - Basque Centre for Climate Change et Unai Pascual, BC3 - Basque Centre for Climate Change
La vegetación y los espacios verdes no se distribuyen de forma homogénea en la trama urbana. Un reciente estudio analiza cómo influyen el nivel socioeconómico y la antigüedad de los barrios en su biodiversidad.
Recientemente, se ha celebrado en Berlín el Congreso Internacional de Infraestructuras Verdes. Allí, los representantes de diferentes ciudades expusieron sus proyectos de sostenibilidad y naturación más recientes.
Para que los habitantes de las ciudades tengan una zona verde a menos de 300 metros, como recomienda la OMS, no basta con construir más parques, también hay que recurrir a cubiertas y fachadas con vegetación.
Mientras que algunas ciudades optan por abrirlos, otras los cierran esgrimiendo la posibilidad de que caigan ramas y árboles de forma súbita. ¿Es un riesgo real?
La incorporación de vegetación en las ciudades, a través de parques y cubiertas verdes, mejora la calidad del aire, las temperaturas y aporta espacios de encuentro y ocio.
Los espacios verdes aportan soluciones basadas en la naturaleza para abordar problemas urbanos como la contaminación, la alimentación de cercanía, la salud, las relaciones sociales y el empleo.
Las grandes urbes no nos protegen de sufrir los efectos del polen en la salud humana. Es más, la aparición de nuevas zonas verdes podría aumentar el número de personas alérgicas en los próximos años si no se plantan las especies adecuadas.
Las plantas y espacios verdes contribuyen a reducir el ruido y la contaminación, paliar el calor y cambiar nuestros hábitos de movilidad hacia modos más activos y sostenibles.
Las especies arbóreas cumplen una función estética y social, pero también proporcionan valiosos servicios ambientales: producen oxígeno, filtran partículas y secuestran dióxido de carbono.
Los parques y espacios verdes son una oportunidad para cuidar nuestra salud y proporcionan una vía para proteger el planeta, de forma que podamos ser felices durante más tiempo en un medio habitable.
La transición hacia ciudades más habitables, resilientes y verdes exige implementar modelos urbanos proyectados con la naturaleza que favorezcan la interconexión y la proximidad.
La expansión del espacio urbano debe responder a principios ecológicos, acotando el número máximo de viviendas según las infraestructuras y garantizando entornos sostenibles, saludables y de cohesión social.
La masificación de las ciudades es la consecuencia de la despoblación del campo. Pero existen problemas a ambos lados: tanto el mundo urbano como el rural deben adaptarse a los cambios.
Los planes de recuperación de los espacios urbanos tras un desastre, ya sea natural o humano, se pueden aprovechar para aumentar su sostenibilidad y la calidad y número de infraestructuras verdes.
Los espacios con vegetación en las ciudades actúan como corredores que conectan los barrios y fomentan el desarrollo social y económico, además de proporcionar un entorno más resiliente.
La creación de zonas naturadas en las ciudades contribuye a mejorar su calidad ambiental y pueden tener funciones como la obtención de alimentos, el ocio o incluso el impulso de nuevos negocios.
Proponemos una metodología para valorar el impacto sobre la resiliencia urbana de políticas y actuaciones municipales encaminadas a la creación y transformación de infraestructuras verdes.
Las personas mayores merecen seguir desarrollando sus actividades en un ambiente sin contaminación, seguro y atractivo en sus barrios de residencia. Un estudio analiza la accesibilidad para personas con movilidad reducida de las zonas verdes y las calles de distintos barrios de Madrid.
Investigadora responsable de diseño arquitectónico en Fundación Matia, Doctora por la Universidad Politécnica de Madrid, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)