La reinserción exitosa de miles de exguerrilleros de las FARC sigue siendo uno de los muchos desafíos de gran envergadura para el nuevo Gobierno colombiano.
Colombia está sumida en una escalada de violencia cuyo final no se atisba. Las protestas, que se han saldado con decenas de ciudadanos muertos y desaparecidos, empezaron en respuesta al proyecto de reforma tributaria propuesto por el Gobierno debido a la pandemia de COVID-19. Pero las raíces de los disturbios son mucho más complejas.
Colombia sigue marchando. Las protestas se sitúan en una escala no vista desde mediados del siglo pasado. Hay causas locales (el fallido proceso de paz), pero también estallan los mismos problemas que en otros países sudamericanos: desigualdad, privatización de la salud y la educación o la violencia patriarcal.
Colombia vive la oleada de protestas más grande de las últimas décadas. Lo que empezó como una manifestación rutinaria se masificó por cuenta de la desestimación y estigmatización del gobierno de Iván Duque. Pero en el trasfondo, las protestas masivas se explican por la alta desfavorabilidad del presidente y los dividendos truncados del proceso de paz con las FARC.
La corrupción ha estado presente en los discursos de los candidatos a las elecciones en Colombia y México. ¿Cuál de los dos países tiene más posibilidades de hacer algo efectivo para combatirla?