Recientes episodios de tormentas, como el temporal Gloria que azotó el litoral levantino de la península ibérica en enero de 2020, han puesto de manifiesto la vulnerabilidad y el delicado equilibrio en el que se encuentra el delta del Ebro.
Las políticas de gestión medioambiental sobre la Cuenca Hidrográfica del Ebro parecen insuficientes para salvarle la vida a un delta agonizante que parece que resiste.
La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿cuánto tiempo puede sobrevivir el delta?
Historia geológica y pasado del delta del Ebro
La visión que tenemos hoy en día del delta supone tan solo la punta del iceberg de millones de toneladas de sedimentos acumulados durante millones de años. Estos sedimentos se han ido depositando de forma gradual desde finales del Mioceno medio (hace unos 10 millones de años) en la desembocadura del río Ebro.
Para abordar el futuro del delta del Ebro, debemos entender primero el balance entre dos factores clave que permitieron su formación:
El clima, responsable principal en el control de la erosión y transporte de sedimentos desde la cuenca del Ebro, mediante el río Ebro y sus afluentes, hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo.
Las variaciones del nivel del mar que, junto con el aporte de sedimentos, han permitido que este delta gane terreno o lo ceda por efecto de tormentas y subidas del nivel del mar.
El ejemplo más espectacular de una de estas grandes variaciones se dio durante la crisis salina del Messiniense (hace unos 6,9-5,33 millones de años). Este evento coincidió con la colisión entre las placas tectónicas africana y euroasiática, que desconectaron el mar Mediterráneo del océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar.
Este suceso produjo un descenso enorme del nivel del mar y la evaporación de buena parte del agua marina. Gracias a esta bajada del nivel del mar, los ríos se encajaron, formando prominentes valles incididos de centenares de metros. Al mismo tiempo, la línea de costa se trasladó varias decenas de kilómetros mar adentro con respecto a su posición actual.
Posteriormente, al inicio del Plioceno (hace 5,33 millones de años), el nivel del mar volvió a subir. Y más recientemente, desde el Último Máximo Glacial (hace unos 20 000 años), la subida del nivel del mar hizo retroceder la línea de costa hasta posiciones topográficamente similares o incluso superiores a la actual.
Presente y futuro del delta del Ebro
Desde nuestra aparición como especie en la Tierra, los humanos hemos contribuido al modelaje y alteración del paisaje con nuestra actividad. Ejemplos de los cambios más drásticos que hemos producido en el paisaje incluyen la deforestación, la agricultura y la erosión del suelo. Algunas de estas acciones datan desde tiempos del Imperio romano y continúan al menos hasta mediados del siglo XVII. Estas actividades, así como la construcción de grandes embalses, son un claro ejemplo de nuestra huella en la alteración del medio ambiente y el curso de los ríos.
Los cambios en la gestión del suelo contribuyeron a la desestabilización de los márgenes fluviales. Este hecho potenció la acción erosiva de los ríos incrementando la cantidad de sedimentos que llegaban posteriormente hasta el mar. De este modo, y de forma paulatina, el delta empezó a crecer nuevamente y a tomar la forma que conocemos hoy en día.
A partir del siglo XX, la evolución del delta se ve nuevamente condicionada por la acción del ser humano. La creación de grandes embalses a lo largo del curso del Ebro y sus afluentes provoca la disminución drástica de sedimentos, que quedan atrapados en las presas. Se trata del proceso denominado aterramiento.
De este modo, el aporte de nuevo material para el futuro desarrollo del delta queda muy limitado. Este hecho, junto con la disminución del cauce en buena parte de los tramos del río, ponen en serio peligro el rico ecosistema presente en el delta del Ebro.
La vida socioeconómica de centenares de personas que habitan en el delta del Ebro depende de los recursos naturales que éste les brinda. El delta es también una zona rica en humedales muy importante desde el punto de vista de la biodiversidad. Estos humedales albergan miles de especies vulnerables, como por ejemplo aves migratorias, que ligan su existencia y descendencia a este medio natural único en el mundo.
Sin la aportación de nuevos sedimentos que lleguen a la desembocadura del río, la erosión en las zonas del litoral es mucho mayor, afectando así a la supervivencia del delta y, consecuentemente, a la vida de localidades costeras que viven principalmente del turismo.
En definitiva, parecería poco prudente ligar el futuro del delta del Ebro tan solo a la acción (o inacción) del ser humano. La naturaleza posee fuerzas mucho mayores que decidirán su destino. Sin embargo, su futuro a corto y medio plazo, del cual dependen todavía varias decenas de generaciones, sí que está ligado a las políticas medioambientales y las actuaciones inmediatas que se puedan llevar a cabo desde hoy mismo, dado el delicado escenario en el que nos encontramos.
Álvaro Arasa Tuliesa, miembro de la Associació Grup EbreRecerca, ha participado en la elaboración de este artículo.