Garantías de privacidad, gestión de grandes volúmenes de información y tiempos más cortos de respuesta del algoritmo son las tres ventajas que aporta el ‘machine learning’ colaborativo o aprendizaje federado.
Cuando compramos un cheque regalo para un amigo, estamos pagando con algo más que con dinero. También entregamos nuestros datos personales y valiosa información sobre nuestra relación con aquel a quien vamos a a regalársela.
¿Cómo proteger la privacidad de nuestros datos personales y la autenticidad de los productos que compramos con un solo clic? ¿Cómo intercambiar información de forma segura en el Internet de las Cosas? IOTA podría ser la respuesta.
A partir del 26 de junio Meta utilizará fotos y datos de usuarios de Instagram y Facebook para alimentar su IA. Y no es ilegal. Ya lo hacen otras redes sociales. Plantear que paguen por su uso no es descabellado.
Más del 80% de las aplicaciones que envían datos personales podrían estar incumpliendo la ley de protección de datos sin conocimiento de los usuarios. Proyectos como autoGDPR, de la UPM, proponen ayudar a velar por esa privacidad violada.
El almacén de datos en la nube es cada vez más utilizado por todos, también por sistemas de salud y la banca. Los datos quedan en manos de terceros, los que tienen las máquinas que ofrecen la nube. ¿Cómo podemos confiar en ellos?
La comunidad de microorganismos que habita el sistema digestivo es única en cada persona, y puede dar información sobre nuestra salud, estado de ánimo, dieta, etc.
Tanto la la OMS como otras organizaciones internacionales reconocen el potencial de la IA en la mejora de los resultados sanitarios. Sin embargo, esta podría tener acceso a información personal sensible, por lo que se requieren marcos jurídicos y regulatorios que salvaguarden la privacidad.
Cada vez más, la tecnología permite interferir y registrar la actividad de nuestro cerebro, lo que apremia a legislar para protegerlo frente a las potenciales intromisiones.
La inteligencia artificial analiza nuestras pautas de comportamiento, preferencias culturales y patrones de consumo ‘online’ para atribuirnos una religión, una ideología, una clase social o cierto estado de salud. Pero no siempre acierta.
La escasa regulación de las actividades económicas de las grandes corporaciones tecnológicas sigue jugando a su favor. Sin embargo, parece que cada vez hay más gobiernos que empiezan a defender los derechos individuales de sus ciudadanos.
Los asistentes virtuales tienen un lado oscuro, ya que son capaces de escucharnos aunque no lo sepamos. ¿Es consciente el consumidor de esto? ¿Le importa?
La cuestión no está en decidir si los individuos deben tener más seguridad y menos privacidad o viceversa, sino en saber identificar los riesgos y las amenazas que estas tecnologías tienen asociados.
¿Tiene la sensación de que las aplicaciones de su teléfono le espían? Las conexiones constantes a redes wifi fuera de casa desvelan parte de nuestra privacidad. Un nuevo sistema de direcciones aleatorias pretende cambiarlo.
En el desarrollo de hogares cada vez más inteligentes, Amazon podría tener pronto acceso a los mapas de nuestras casas creados y almacenados por las aspiradoras Roomba.
Pegasus no es la única aplicación con capacidad para espiarnos. En nuestro día a día somos vigilados constantemente y proporcionamos nuestro permiso de manera totalmente voluntaria.
Si se emplean programas de vigilancia, debe establecerse una norma que lo prevea y que contenga las garantías adecuadas para no vulnerar derechos fundamentales y para garantizar que su uso es proporcionado.
Expert in AI, Data and Tech for Development, Policy-making and Governance. Expert in biomedical and digital innovation., Universidad Politécnica de Madrid (UPM)