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¿Por qué España no es una potencia mundial en alimentación?

El término “potencia en alimentos” puede hacer referencia a la capacidad productiva de un país, al prestigio de sus cocineros, al peso de su industria agroalimentaria o al nivel de sus investigaciones en el mundo.

En este artículo no vamos a hablar de la capacidad productiva de España, pero obviamente está relacionada con su extensión y, por tanto, países más extensos tendrán mayor capacidad que los más pequeños. España posee una climatología privilegiada –mientras el cambio climático lo permita–, pero, aunque sea favorable para el cultivo de ciertas frutas y verduras, otras regiones cuentan con mejores condiciones para la producción de alimentos como los cereales.

Por tanto, España es un productor medio por su tamaño, con excelentes condiciones para ciertos cultivos y menos apropiadas para otros.

Buenos cocineros y buena gastronomía

Donde sí que destaca España es en el prestigio de su gastronomía y cocineros. Basta consultar la lista de los mejores restaurantes del mundo, donde 3 establecimientos españoles se sitúan entre los 10 primeros y 7 entre los 50 –lo que lo convierte en el país mejor representado–, o la guía Michelin, para ver el alto nivel mostrado.

Además, algunos de los grandes cocineros españoles también son responsables de restaurantes fuera de sus fronteras. Otros han desarrollado casi toda su carrera profesional en el extranjero, con gran reconocimiento. Esto ha convertido a España en un referente no solo gastronómico, sino en formación de cocineros. Es muy habitual ver un ambiente internacional en las cocinas de estos grandes restaurantes, con gente llegada de todo el mundo para aprender de los chefs españoles.

España cuenta también con el primer grado universitario sobre gastronomía, impartido en el Basque Culinary Center, uno de los centros formativos en esta materia más prestigiosos del mundo. Esto ha contribuido a crear una atmósfera que potencia las colaboraciones, la cultura gastronómica y la sana competencia. Algunas empresas agroalimentarias se han aprovechado de esta cultura a través de colaboraciones, así como mediante el fichaje de personal formado en estos centros para sus departamentos de desarrollo de producto.

Cocina de El Bulli. Wikimedia/Charles Haynes, CC BY

Buena investigación alimentaria

La investigación española puede situarse entre el puesto 10 y 15 de la clasificación mundial por número de publicaciones científicas, pero en el área de Tecnología de Alimentos la producción científica española está en el podio junto con EE UU y China.

Hace poco se ha publicado la lista de los investigadores más citados, que muestra a los influencers del mundo científico en cada sector. En esta lista, de 6 216 investigadores, solo 116 son españoles (el 1,87 %). Así, España se sitúa en el décimo puesto, detrás de EE UU, China, Reino Unido, Alemania, Australia, Canadá, Holanda, Francia y Suiza.

Sin embargo, en el epígrafe “Ciencias agrarias” donde se engloba la Tecnología de Alimentos, de 146 investigadores altamente citados, 23 son españoles (el 15,75 %), una cifra solo superada por los 32 científicos de EE UU.

De estos 23 investigadores españoles, 18 trabajan en la universidad, 4 en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y uno en un Hospital público, y por tanto todos pertenecen al sistema público de investigación. Además, hay que tener en cuenta que el CSIC es la primera institución mundial en número de artículos científicos publicados en Ciencia y Tecnología de Alimentos en los últimos cinco años.

Estos números no se producen en ninguna otra área de conocimiento.

Basque Culinary Center de San Sebastián. Wikimedia/Mariordo, CC BY

Buenas universidades

El nivel de las universidades españolas también es destacable en materia de alimentos. Mientras que en la clasificación de Shanghái, una de las más prestigiosas, no figura ni una universidad española entre las 100 primeras del mundo y solo una entre las 200 primeras, en el campo de la Ciencia y Tecnología de Alimentos hay 10 universidades españolas entre las 100 primeras y 19 entre las primeras 200, cifras que solo superan EE UU y China.

De nuevo, estos números no tienen comparación en otras área de conocimiento en España. Hay que tener en cuenta que este alto nivel de la investigación pública española se ha producido en época de crisis y recortes muy importantes, muy inferiores a los de otros países.

Entonces, ¿qué falla?

Un altísimo nivel científico y unas universidades situadas entre las primeras del mundo debería motivar que las empresas establecieran colaboraciones y captaran ese talento, lo que las situaría también entre las primeras potencias mundiales.

Sin embargo, entre las 100 mayores empresas de alimentación mundial no hay ninguna española, ni en cuanto a capitalización bursátil (75 mayores), ni en cuanto a facturación.

Es lógico que países más grandes y con mayores mercados, como Estados Unidos, China y Brasil, estén más representados en estos listados. Pero también encontramos compañías de países pequeños como Suiza, Irlanda, Austria, Holanda, Noruega, Dinamarca, Nueva Zelanda y Singapur; o de países similares a España, como Francia e Italia.

Las compañías con mayor facturación suelen realizar fuertes inversiones en I+D para diferenciarse de su competencia, ofrecen sueldos más atractivos y una carrera profesional, y por tanto tienen más facilidad para atraer talento. Estas empresas ayudan a dinamizar su entorno, ya que trabajan junto a universidades y centros de investigación, y requieren servicios de calidad.

A pesar de que España es uno de los países más valorados para vivir y trabajar, nuestro país no se sitúa entre los primeros puestos en atracción de talento.

Dentro de las empresas presentes en España, las agroalimentarias no ocupan los primeros puestos en reputación corporativa. De las 50 mejores empresas españolas en esta clasificación, solo 8 son productoras de alimentos, y de ellas la mitad son multinacionales extranjeras. Aunque nuestras empresas agroalimentarias no están entre las mayores del mundo, sí que lo están algunas de nuestras empresas textiles, constructoras, energéticas y de banca.

En cuanto a las exportaciones agroalimentarias, un reciente informe sitúa a España en sexto lugar en la UE. Por delante figuran países con mayor población y una industria agroalimentaria más fuerte por volumen de facturación, como Alemania, Francia e Italia; también países pequeños cuya facturación total es inferior a la de España, como Holanda y Bélgica. En estos países los costes laborales suelen ser superiores a los de España, por lo que deben diferenciarse por calidad e innovación.

Si tenemos en cuenta el volumen de las exportaciones frente al total facturado, España cae al puesto 12 entre los 15 mayores exportadores de la UE, solo superando a Francia, Italia y Reino Unido. En este caso los países pequeños, con menor mercado interior, suelen presentar mejores números, pero destaca el caso de Holanda, Bélgica y Dinamarca, que exportan más de la mitad de su facturación. Son países con empresas alimentarias con un alto componente tecnológico e innovador, algunas de ellas entre las 100 primeras a nivel mundial.

¿Por qué no tenemos empresas fuertes?

Los motivos por los que no contamos con empresas agroalimentarias líderes mundiales son complejos. No ayuda que exista una fuerte lucha por reducir costes y ofrecer productos más económicos. Esto puede beneficiar a los consumidores a corto plazo, pero reduce las inversiones en I+D que permiten que las empresas se diferencien. Los bajos costes quizás ayuden a incrementar las exportaciones, pero no a una expansión internacional.

Este entorno justifica reducciones en los salarios y rebaja la capacidad de atracción y retención de talento de las empresas. Desde la universidad estamos acostumbrados a ver cómo los mejores alumnos no quieren trabajar en empresas españolas, sino en multinacionales o directamente en el extranjero, lo que no ayuda a incrementar el nivel de innovación de las empresas locales.

Habría que preguntarse si incrementar el tamaño de las empresas permite ofrecer mayores sueldos, o si aquellas que ofrecen mejores condiciones laborales son capaces de atraer y retener talento y, así, crecer.

Otros factores que pueden influir son la cultura empresarial, así como la tendencia de los españoles a no salir fuera de su país. Afortunadamente estos aspectos están cambiando.

En cualquier caso, España debería reflexionar y orientar sus políticas a reforzar el tejido agroindustrial, sin que esto perjudique a las pequeñas y medianas empresas. Contar con empresas potentes dinamizaría a todo el sector, crearía sinergias y sería beneficioso para todo el país.

Debemos aprovechar el talento que se está desarrollando y evitar que abandone el país o se ponga al servicio de multinacionales de capital extranjero. O, al menos, compartirlo.

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