Las expresiones faciales de la emoción son el resultado de las contracciones de unos cuarenta músculos y de los movimientos de la piel en combinaciones que crean arrugas, líneas y ángulos. Muchos de esos movimientos son espontáneos e involuntarios.
No importa en qué parte del mundo estemos: ante una expresión o movimiento facial, la universalidad de estos gestos permite percibir enfados, alegría o tristeza.
Cada vez que conversamos con alguien cara a cara -o por Zoom-, además de sus palabras nos llegan sus movimientos corporales, sus gestos. Y tienen tanta importancia que pueden hacer que escuchemos algo distinto a lo que nos han dicho.
Desde que un bebé nace y observa lo que tiene alrededor hasta que comienza a hablar se produce un curioso proceso que va marcado por meses. Sonreír, mirar, señalar o vocalizar acaban sincronizándose al año y medio, cuando ya están preparados para comenzar a hablar.
Profesora Docente e Investigadora (PDI) del Departamento de Didáctica de la matemática y de las Ciencias Experimentales de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU). Miembro del Grupo de Investigación EUDIA., Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Doctor en Psicología Clínica. Director del Máster en Gerontología y Atención Centrada en la Persona (Universidad Internacional de Valencia), Universidad Internacional de Valencia
Dra. en Psicología aplicada al ámbito Clínico y de la Salud. Directora del Centro de Psicología RNCR y PDI en la Universidad Internacional de Valencia, Universidad Internacional de Valencia