Las situaciones nuevas, como la pandemia del coronavirus, traen nuevo vocabulario o convierten en populares expresiones antes utilizadas solo por especialistas.
Todos tenemos un acento. Incluso aquellos que piensan que no tienen acento porque hablan una variedad estándar, tienen acento. El uso que hacemos de la variedad o variedades lingüísticas con las que crecemos está impregnado de elementos característicos de la comunidad que nos rodea. En otras palabras, hablamos como nuestros semejantes.
El mandarín y el árabe, aparte del inglés, son las segundas lenguas extranjeras más útiles que deberíamos aprender los hispanohablantes. Hay excepciones, dependiendo de las necesidades específicas de nuestro trabajo.
Muchas veces las carreras de letras parecen estar denostadas frente a las de ciencias, asociadas al alumnado más brillante. Pero las disciplinas humanísticas tienen más de científico de lo que creemos.
La cuestión no es ya si el lenguaje y otras áreas cognitivas están fuertemente relacionadas o no, sino más bien cuáles son los límites de estas relaciones.
Aunque podamos pensar que las marcas están encantadas con que su nombre traspase las fronteras del producto que fabrican (como pasa, por ejemplo, con las tiritas), no siempre es así.
Director del Centro de Investigación Nebrija en Cognición (CINC) y Director de la International Chair in Cognitive Health (ICCH) en la Universidad Nebrija, Universidad Nebrija