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¿Qué ocurre con los amigos (y los enemigos) durante la adolescencia?

Aunque parezca extraño, la ciencia tiene mucho que decir sobre nuestras amistades. Por ejemplo, por qué tenemos un número limitado de amigos. Robin Dunbar, antropólogo de Oxford, propuso su famoso número 150: el número medio de amistades que una persona puede mantener simultáneamente.

Esas amistades se organizan en círculos: unos cinco mejores amigos, unos diez buenos amigos adicionales y otros treinta simplemente amigos. El resto hasta 150 serían lo que llamamos conocidos.

La importancia de las amistades en secundaria

Para contribuir a entender nuestras amistades, en los últimos años hemos hecho encuestas trimestrales a alumnos de secundaria en España. Esta es una etapa de la vida en la que no solo establecemos relaciones sino que aprendemos a hacerlo, por lo que resulta particularmente interesante. Por otro lado, a nadie se le escapa la importancia de tener un buen clima social en nuestros colegios e institutos. En este sentido, nuestros datos son únicos ya que hemos seguido a los estudiantes durante varios años.

En nuestras encuestas, realizadas durante dos cursos académicos consecutivos, vemos claramente los dos primeros círculos de mejores amigos y amigos a secas. Estar en uno u otro conduce a que las relaciones sean más o menos estables, siendo aquellas con mejores amigos las más duraderas. Pertenecer a la misma clase es uno de los factores clave de la evolución de la amistad.

Pequeños adultos

Es interesante observar que los adolescentes tienen una estructura de amistades que es básicamente como la de los adultos. De hecho, en otros estudios hemos encontrado el mismo tipo de redes en las dos franjas de edad. La diferencia más notable es que el ritmo al que evolucionan estas relaciones, empiezan o terminan, es algo más rápida en los jóvenes. Es posible entonces que la percepción de la adolescencia como una época convulsa se deba al mayor impacto emocional de esos cambios.

Curiosamente, en todas las encuestas observamos que las relaciones recíprocas (A nombra a B como “mejor amigo” o “amigo” y B nombra a A de la misma manera) son el 60 % del total. Este es un resultado que se observa en la gran mayoría de las investigaciones y que resulta un tanto sorprendente: solamente un 60 % de quienes aseguran ser mejores amigos o amigos de alguien son elegidos también por esa persona en la misma categoría.

Sin embargo, la media enmascara una gran variabilidad. En nuestras encuestas hay estudiantes que tienen relaciones recíprocas al 80 % o 90 %, pero también otros que solo las tienen al 10 %. Parece claro que estos últimos no están bien ubicados en la vida social del centro, lo que puede ser un indicador de problemas de relación o incluso de ser víctimas de acoso escolar.

Menos ‘enemigos’ que amigos y más cambiantes

Las malas relaciones son muchas menos que las buenas, del orden del 10 %. Las malas relaciones son mucho más cambiantes que las amistades, y en la mayoría de los casos las que se citan en una encuesta desaparecen en la siguiente. Sin embargo, son importantes para entender la estructura de grupos de las clases, que se detectan utilizando algoritmos por ordenador. Estos algoritmos identifican grupos en los que hay más relaciones dentro del grupo que hacia fuera, si bien esto no quiere decir que todos sean amigos de todos. Si solo se tienen en cuenta las amistades, los algoritmos encuentran en ocasiones un grupo grande en una clase. Al incluir las malas relaciones, aparece una división en dos grupos que coincide con lo percibido por profesores y orientadores.


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Las malas relaciones son también importantes para prevenir el acoso. Uno de los indicadores que trasladamos a los orientadores para que valoren una posible intervención es la diferencia entre los números de buenas y malas relaciones de cada alumno. La experiencia nos muestra que a menudo esta simple resta basta para detectar alumnos en dificultades.

Predecir la relación entre dos personas

Por otro lado, con los datos de buenas y malas relaciones entre los estudiantes se puede predecir si dos de ellos son amigos o enemigos. Para ello hemos encontrado un número que se calcula sobre los contactos que tienen en común. Básicamente, es el número de amigos comunes, más el número de enemigos comunes, menos las personas con las que uno tiene buena relación y el otro mala. Con ese número, el algoritmo predice con un 90 % de acierto la relación entre esas dos personas.

Nuestros análisis confirman también la relevancia de la teoría del balance social para entender la evolución de las relaciones. Esta teoría afirma que tres personas pueden ser amigas entre sí, o dos de ellas ser amigas y enemigas de la otra. Por ello se suele resumir diciendo que el enemigo de mi amigo es mi enemigo, y el enemigo de mi enemigo es mi amigo. En nuestras encuestas se ve que aparecen efectivamente con mucha frecuencia estas combinaciones, más de lo que veríamos al azar.


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Átomos sociales

La idea que surge de estos estudios es que nos comportamos como “átomos sociales”. Tenemos una estructura de relaciones fija, en la que entran y salen personas con el tiempo. Esa evolución es más rápida cuanto menos intensa es la relación, y está directamente influida por los amigos y enemigos que tenemos en común con otros. Por otro lado, cuando perdemos un amigo, notamos ese “hueco” en nuestra estructura, y no nos recuperamos hasta llenarlo.

Entender esta estructura nos proporciona datos muy útiles para mejorar la vida social en colegios. Pero más allá de los colegios, es uno de los aspectos que más influye en nuestra salud. Como dice Dunbar en su libro Amigos, después de dejar de fumar lo mejor que podemos hacer por nuestra salud es tener amigos.

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