En febrero de 2024, el Consejo COLEF (Consejo General de la Educación Física y Deportiva de España) publicaba en la red social “X” una imagen de un estudio realizado por las investigadoras Honorata Grzesikowska y Ewelina Jaskulska que mostraba, simulando un mapa de calor, cuál era la participación de las niñas y los niños en el patio escolar.
En esa imagen se puede observar que las chicas se suelen situar en la periferia del patio (trazo rojo), mientras que los chicos se ubicaban en la parte central (trazo azul), habitualmente ocupada por pistas en las que se practican juegos con balón, como baloncesto o fútbol.
Algunos autores sugieren que este hecho se explica por la socialización de género, que hace que se impongan las preferencias de un grupo concreto (habitualmente, los chicos que mejor juegan al fútbol) al resto del alumnado.
Mientras que el tiempo de recreo es un derecho para todo el alumnado, la práctica de este derecho podría verse limitada para los que no participan en estos juegos con balón.
Pero ¿es la solución prohibirlos? No permitir la realización de actividades físico–deportivas es cada vez más habitual en zonas públicas, especialmente en el caso de los juegos con balón. En algunos sitios, por ejemplo, podemos encontrar señales con la indicación de “Prohibido jugar al balón a mayores de 4 años bajo sanción”.
Un patio sin pelotas
El recreo implica una desconexión por parte del alumnado de la rutina escolar, y es uno de los pocos momentos en los que el alumnado tiene oportunidades para ser más activo. Este tiempo de ocio activo permite el desarrollo de gran cantidad de aprendizajes motores, sociales y afectivos.
Prohibir al alumnado jugar con balones limitaría la autogestión de su tiempo de recreo. Sin embargo, es posible buscar otras soluciones pedagógicas e inclusivas que permitan desarrollar estilos de vida saludables para todo el alumnado, sin que esto implique el dominio de la mayor parte del espacio por parte de un grupo de alumnos en perjuicio de otros.
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Pautas para un patio escolar de todos y todas
A continuación enumeramos algunas de las medidas que se pueden poner en marcha para evitar que el espacio físico del patio sea monopolizado solamente por unos pocos y unas pocas actividades:
Reajuste de los espacios. Cada colegio es distinto y, por tanto, los espacios disponibles para el disfrute del recreo también lo son. En este sentido, más que prohibir un tipo de juegos determinado, lo aconsejable sería proponer distintas opciones y que un único juego no ocupe todo el espacio disponible. Esto podría realizarse a través de la división del patio en zonas, y cada zona destinarla a un juego o una actividad concreta. Si se delimita el campo o se secuencian los juegos a practicar, se podría dar respuesta a las necesidades de todo el alumnado. Una propuesta realizada en un colegio asturiano muestra que, a través de la división del espacio en distintos tipos de juegos (p. ej., cooperativos, individuales) es posible incrementar la práctica de actividad física, especialmente en las niñas.
Propuesta de actividades alternativos: En ocasiones, el alumnado juega siempre a lo mismo porque no tiene o no conoce otras alternativas. ¿Y si proponemos nuevos contenidos para practicar en el recreo? Se pueden proponer juegos populares, juegos del mundo, juegos predeportivos, deportes alternativos, juegos y deportes relacionados con el medio ambiente (p. ej., iniciación a la escalada en rocódromo o en espalderas, carreras de orientación) o juegos relacionados con la seguridad vial (p. ej., en bicicleta o en patines). En un colegio conquense, durante los recreos se propone una Olimpiada por países, que incluye contenidos como el datchball, balonkorf o ringo, en equipos mixtos y primando la participación de todos.
Incitar a la práctica activa: el tiempo de recreo es considerado uno de los pilares para la creación de escuelas activas. Sin embargo, esto no ocurrirá automáticamente, sino que se deben plantear propuestas que motiven al alumnado, por ejemplo, dibujando rayuelas u otros juegos en el suelo. Además, se pueden proponer retos físicos como, por ejemplo, correr una media maratón durante un trimestre (cada día o durante unos días determinados se correrá una distancia concreta atendiendo al nivel de cada estudiante, por ejemplo, entre 500 y 1000 metros). Un ejemplo es el propuesto por The Daily Mile, una iniciativa internacional en la que ya participan más de 20 000 colegios de distintos países con el objetivo de que el alumnado corra o trote durante 15 minutos a su propio ritmo. También son interesantes los retos cooperativos en pequeños equipos.
Competiciones y jornadas organizadas por el propio alumnado: el alumnado podrá desempeñar diversas funciones como crear calendarios y formatos de competición o formar de equipos. En este sentido, sería muy útil echar mano de las características básicas propuestas por el modelo de Educación Deportiva para, por ejemplo, diseñar una competición de un deporte alternativo como es el datchball. También se podría promover el “día de la bicicleta”, o la “semana de los bailes del mundo”, primando la participación en equipos mixtos en un ambiente de deportividad.
Para que estas propuestas sean inclusivas deberían ser los profesionales de la Educación Física quienes coordinen los patios activos, contando con la ayuda del resto de profesorado. Existen investigaciones recientes que sugieren que la falta de implicación por parte del profesorado es uno de los factores que influyen en que se perpetúen las jerarquías sociales. Si fuera posible, también se podría implicar al alumnado de prácticas o a monitores deportivos en el centro educativo.
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En definitiva, prohibir los juegos de pelota en el tiempo de recreo no es la solución. Proponiendo alternativas variadas y organizadas, sin embargo, sí es posible fomentar la actividad física de todos y todas, creando experiencias lúdicas en las que el alumnado al completo pueda participar, independientemente de sus características personales, y dejando a un lado estereotipos de género.