Una experta en Irak describe la pérdida continua tras la violencia genocida del Estado islámico, no sólo de vidas humanas sino también de un rico patrimonio cultural.
Aunque en los últimos meses se ha producido un aumento de los complots terroristas en Europa, un atentado contra los Juegos Olímpicos requeriría que un grupo tuviera la intención, la capacidad y la oportunidad de cometerlo.
Tras cinco años operando principalmente en Asia Occidental, Oriente Próximo y África, los grupos terroristas islamistas vuelven a cobrar fuerza en Occidente.
La llegada al poder de los talibanes, como la aparición de Al-Qaeda, la emergencia del Estado Islámico y el caos en Yemen, Siria e Irak son resultado de largos procesos sociales y difícilmente pueden cambiarse con intervenciones extranjeras.
El proceso de radicalización es un proceso complejo que no puede circunscribirse al cerebro, al comportamiento o el entorno. Se produce en la intersección de todos estos elementos.
Grupos violentos y extremistas emprenden de manera sistemática guerras de comunicación para erosionar de forma deliberada la cohesión social de las democracias liberales consolidadas. Aprovechan que las instituciones públicas han perdido el monopolio en la creación de mensajes hegemónicos y que los medios ya no desempeñan el papel de mediadores para comunicarse y dialogar de manera directa con la ciudadanía.