Los dibujos, los colores, los mensajes y otros reclamos de los envases podrían decantar las preferencias de los menores por ciertos productos. Y a menudo no son los más saludables.
La Navidad se llena de anuncios de juguetes. Pero ahora llegan por otra vía a los más pequeños: vídeos divertidos y cotidianos protagonizados por niños reales de carne y hueso que en realidad están “vendiendo” un producto.
Algo está haciendo mal la sociedad cuando las propias niñas rechazan ver a menores de su edad en Internet participando en campañas publicitarias que las sexualizan. ¿Qué responsabilidad tiene el marketing? ¿Y las familias?