Sabemos que el coronavirus ha generado importantes resonancias emocionales en los adolescentes. El desarrollo de una sólida inteligencia emocional les ayudaría a lidiar con las emociones difíciles.
Las niñas africanas figuran entre las grandes víctimas de la pandemia. Tal y como ha ocurrido en momentos de crisis a lo largo de la historia, están creciendo los casos de violencia de género, las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos y los matrimonios infantiles, aumentando así la discriminación de género.
Los padres están obligados por ley a proteger la imagen de sus hijos. Los menores de 14 años no pueden tener presencia en las redes sociales. ¿Por qué hay cientos de niños "influencers" entonces? En Francia ya se ha propuesto una Ley del Youtuber Infantil, mediante la cual se requerirá permiso administrativo para este tipo de actividad.
La ciencia le ha dado la razón a los niños. Ni eran grandes transmisores del virus ni ir al colegio era para ellos más perjudicial que beneficioso durante el confinamiento. Ahora lo sabemos y es el momento de impedir que vuelva a ocurrir: la infancia no puede volver a ser la gran perjudicada de la pandemia.
La escolarización es necesaria para satisfacer el derecho a la educación del niño, pero es también un medio para la realización de otros muchos derechos. El miedo al contagio puede privar al niño de mucho más que de recibir clases, especialmente cuando se trata de los colectivos más vulnerables.
Mucho cuidado: cuanta más información se comparte en la red, mayor es la exposición del menor a riesgos como el robo de datos, el acoso escolar o cibernético, la suplantación de identidad, o de consecuencias negativas en su futura vida personal o profesional.
La actual pandemia por la COVID-19 nos hace estar en continuo contacto con el duelo. No solo por la pérdida de seres queridos sino también por el duelo de no ver a familiares y amigos.
¿Qué efectos está teniendo entre las mujeres el hecho de teletrabajar y tener menores a su cargo a los que atender a diario? Un grupo de investigadores tiene ya las primeras conclusiones: ellas son las que asumen la mayoría de las cargas familiares, además de la laboral.
Sí, es una realidad: en tiempos de confinamiento el uso de pantallas por parte de los jóvenes aumenta a diario. Pero, ¿acaso podemos reprochárselo? Intentemos que hagan un uso racional con una serie de pautas, y hagámonos a la idea de que en estas semanas hay que ser más flexibles con ellos.
César San Juan, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
En situaciones de confinamiento como la que estamos viviendo, la violencia intrafamiliar se convierte en un problema añadido. No solamente hablamos de violencia de género, también de malos tratos a ancianos y a niños. Es previsible que los casos aumenten en estas semanas.
El ciclo de la violencia es evidente cuando un menor está expuesto a situaciones de este tipo en el hogar. Sin embargo, puede evitarse si se detectan los casos de forma precoz.
Fijar límites para los hijos en el uso de la tecnología es correcto, pero más lo es participar con ellos para conseguir que hagan un un uso inteligente y productivo de las pantallas. La clave está en intentar acompañar a los más pequeños mientras consumen contenido digital.
A pesar de la demonización de la televisión y del uso que los niños hacen de ella, especialmente en estas fechas, faltan evidencias científicas de que ver la tele sea perjudicial para los pequeños.
La práctica cada vez más habitual de compartir fotos de nuestros hijos en redes sociales, especialmente en esta época del año, entraña riesgos presentes y futuros. Los pequeños tienen derechos en este ámbito y los padres, muchas obligaciones que no todos cumplen.
Son niños con raíces estadounidenses y raíces mexicanas.
Aleks_Shutter / Shutterstock.com
Entre 2000 y 2015, la población de ciudadanos estadounidenses menores de edad que viven al otro lado de la frontera se duplicó con creces. ¿Quiénes son esos niños?
Por qué salen de su país y cómo. Qué esperan encontrar en el nuestro y qué futuro les espera. La respuesta a estas cuatro preguntas nos acerca a la realidad de una de las infancias más desprotegidas.
Este videojuego se ha convertido en una herramienta muy eficaz para ponerse en la piel de un menor que sufre acoso. Su objetivo es desarrollar empatía con las víctimas y ya lo han probado alumnos y profesores con gran éxito.
Los jóvenes están cada vez más expuestos a convertirse en adictos a los juegos de azar. La distorsión de sus habilidades y un marketing sin casi regulación han hecho que proliferen las casas de juego.
¿Acompañamos a nuestros hijos en el proceso de digitalización de su ocio? La respuesta es que muchas familias desconocen lo que los menores hacen frente a las pantallas. La supervisión es imprescindible.
Investigadora del proyecto "Comunicación Científica y Divulgación en la Transferencia del Conocimiento en la Universidad", Universidad Complutense de Madrid