La mejor obra teatral de Tirso de Molina, y una de las más importantes de la literatura española, fue escrita en realidad por el comediante murciano Andrés de Claramonte.
Quevedo es conocido por su faceta poética y prosística, pero una de las labores que ejerció a lo largo de su vida, y que influyó en su escritura, fue la de traductor.
Aunque hoy en día está de moda el “aparentar”, ya en el Siglo de Oro español las clases altas tenían que dejar ver que merecían su puesto en la sociedad.
El teatro clásico hablaba a su público contemporáneo. Pretender representar obras del canon sin hacerles ninguna adaptación es una intención no solo irreal sino que le hace un flaco favor a las propias obras.
En la sociedad española de los siglos XVI y XVII, formar parte de las clases dirigentes suponía presumir de abolengo, algo que costaba a las familias adineradas de origen converso, objeto de chantaje.
En la España del Siglo de Oro, bailes como la zarabanda o la chacona fueron prohibidos y perseguidos. No por su melodía, sino por las letras lascivas y el erotismo de los bailes.