Incluso años después de que la infección por un virus se haya resuelto, existen una serie de respuestas del sistema inmune que pueden volverlo más débil (inmunosupresión) o más reactivo de lo normal.
Hay varias teorías populares para explicar por qué estamos viendo actualmente niveles muy altos de virus respiratorios, pero no tienen base científica.
Un nuevo modelo de vacuna ofrece resultados muy alentadores frente a las mutaciones del virus de la gripe, cuya capacidad camaleónica obliga a cambiar la composición de las inmunizaciones todos los inviernos.
Ante los brotes de viruela del simio en Europa y EEUU es necesario mantener la alerta y ser precavidos. Pero, por suerte, hay buenas noticias: es un virus conocido, estable, para el que muchos tenemos inmunidad, y existen vacuna y tratamientos.
Uno de los componentes del organismo que nos interesa mantener en perfecto estado de revista es el sistema inmunitario. Consumir cítricos, hidratarnos correctamente, dormir las horas necesarias y practicar ejercicio físico ayudan a ponerlo a punto.
La evidencia sugiere que la infección natural por covid-19 en personas previamente vacunadas con la pauta completa tendría un efecto similar al de administrar una dosis de recuerdo de la vacuna.
El repunte de casos de covid-19 menos graves en el último mes nos hizo pensar que esta variante era más debil que las anteriores. Pero, ¿es realmente menos virulenta o el éxito se debe a las vacunas?
Las medidas higiénicas implantadas para la prevención de la covid-19 supusieron la práctica ausencia de las enfermedades respiratorias más frecuentes entre los niños, aunque no todas, durante el último año. ¿Qué pasará este invierno?
Si perpetuamos el uso de la mascarilla en la infancia para evitar las habituales infecciones durante esta etapa, corremos el riesgo de perder plasticidad en la respuesta inmunitaria y de desarrollar problemas relacionados con un déficit de regulación del sistema inmune.
Año y medio de pandemia, varios tipos de vacunas desarrolladas con eficacia y seguridad… Y, pese a todo, siguen muriendo personas, porque aún no hemos frenado la transmisión.
En la vida normal compartíamos microorganismos que nos aportaban muchas ventajas. Cuando el efecto de las vacunas nos permita volver, el covid-19 seguirá con nosotros, pero como parte de la comunidad.
El virus lucha constantemente contra las vacunas para intentar escapar de ellas. Sin embargo, nuestros linfocitos B productores de anticuerpos también pueden “mutar” para hacerle frente.
Gobiernos, medios y redes calientan la discusión sobre la necesidad de una tercera dosis de vacunación para frenar las nuevas variantes. ¿Es necesario o simplemente un arrebato ante el miedo?
En estos días en que el sistema inmunitario ha sido lanzado al estrellato de los medios de comunicación, otros órganos que realizan una función defensiva fundamental han sido relegados al olvido.
Que planteemos vacunar en edades pediátricas en los países desarrollados cuando en otros países no tienen acceso a las vacunas, ni a otros recursos básicos de salud, nos debería hacer reflexionar como sociedad acerca de qué tipo de mundo queremos.
¿Es equivalente la inmunidad natural que confiere ser infectados a la que aportan las vacunas frente a COVID-19? Los último estudios sugieren que la inmunidad de los vacunados induce más protección que la inmunidad natural.
En la población general, con un estado de salud adecuado y sin enfermedades de base, parece poco probable que vaya a ser necesaria una tercera dosis. ¿Pero qué pasa con los pacientes inmunodeprimidos?
Científica del CSIC. Bioquímica de Sistemas de la división bacteriana. Comunicadora científica, Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB - CSIC)
Bioquímica y bióloga molecular, inmunológa, experta en vacunas y profesora de investigación en Procesos Sanitarios en la Facultad de Educación y en Avances en Enfermedades Infecciosas y terapia antimicrobiana en la Facultad de Ciencias de la Salud, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja