Todos experimentamos el duro trance que a menudo supone despertarse por la mañana. Este proceso se llama inercia del sueño y hay maneras de que no cueste tanto arrancar.
Los artículos ‘Luz, arquitecta de la vida’, de la investigadora de la Universidad de Murcia Claudia García Cobarro, y ‘Estimada inteligencia artificial, ¿podrías explicarme por qué no me han asignado el trasplante?’, del investigador de la Universidad de Granada Jon Rueda, son los ganadores de la II edición del Premio de Divulgación sobre Medicina y Salud Fundación Lilly-The Conversation 2022.
¿Por qué nuestro corazón late un poco más deprisa durante el día que durante la noche? Además, los datos epidemiológicos nos muestran un importante aumento matutino de los eventos cardiovasculares adversos.
Cenar después de las 21:00 puede aumentar el riesgo de padecer cáncer, sobre todo de mama, colon y próstata. Los estudios científicos apuntan a que la mejor estrategia es desayunar y cenar temprano, y ayunar toda la noche.
A pesar de que hay evidencias de que desde que comenzó la pandemia dormimos más horas, paradójicamente también dormimos peor. Porque se ha reducido la calidad de nuestro sueño y se han desincronizado nuestros ritmos.
Más del 80% de las personas dice haber vivido distorsiones en el paso de los días en el confinamiento. Pero, mientras para la mitad transcurría más lento, a la otra mitad se le pasó volando. ¿Por qué?
Con la pandemia, ponernos el termómetro se ha convertido en un acto tan cotidiano como peinarnos. Pero obviamos que su valor varía en función de la hora y de si se toma en la frente o en el oído.
Que el coronavirus SARS-CoV-2 haya irrumpido en nuestras vidas como lo ha hecho, obligándonos a confinarnos, provoca que las rutinas diarias se diluyan. Y eso afecta a la calidad y duración del sueño.
Gracias al aislamiento, este año el cambio horario nos afectará menos que en otras ocasiones. Porque podremos seguir en mayor medida nuestro tiempo interno que el marcado por los horarios sociales.
Cuando cambiamos los horarios de dormir y comer los fines de semana, confundimos a nuestro reloj biológico. A largo plazo, esta mala costumbre puede hacernos engordar.
En general las personas podemo ser búhos o alondras, trasnochadores o madrugadores. Aunque el cronotipo no es “para toda la vida”. La edad también lo modifica.
Es probable que algún día la ciencia llegue a entender qué hace que las diferentes especies biológicas tengan longevidades tan dispares. Mientras el conocimiento avanza, advierte el autor, conviene que empecemos a preguntarnos si de verdad queremos ser eternamente viejos.
Investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada / Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento, Universidad de Granada
Catedrático Paleontología. Centro Mixto ISCIII-UCM de Evolución y Comportamiento Humanos. Director científico del Museo de la Evolución Humana, Universidad Complutense de Madrid