Nuestro rendimiento aumenta a medida que se incrementa la activación, pero solo hasta un punto a partir del cual, cuando los niveles de activación son muy elevados, el rendimiento disminuye.
No debemos bajar la guardia ni perder el miedo a la pandemia, ya que el miedo nos mantiene alerta y nos defiende a nosotros y a los demás. Disfrutemos el fin del estado de alarma siendo capaces de transformar las chispitas de miedo en prudencia y buen quehacer.
El miedo al coronavirus ha activado nuestra amígdala. Sin embargo, nuestro comportamiento defensivo no ha evolucionado para responder a este tipo de amenazas.