Algunas de las grandes empresas digitales no solo fomentan la prostitución en línea y no protegen a las mujeres, también ingresan grandes cantidades de dinero gracias a las webs porno femeninas.
Las mujeres prostituidas no ejercen la prostitución, la padecen. Por eso son víctimas. Por tanto, el Proyecto de Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual aprobado en el Congreso de los Diputados de España no garantiza la libertad sexual ni otros muchos derechos.
La educación sexual de las nuevas generaciones está quedando en manos de la pornografía. Las niñas están interiorizando mensajes exagerando su interés por su aspecto físico y adoptando roles y comportamientos sexualmente estereotipados, autocosificándose.
Las principales actividades ilícitas, como el tráfico de drogas o la falsificación de productos, significan entre el 8% y el 15% del PIB mundial. Algunos investigadores se juegan la vida al denunciar el flujo de este dinero ilegal.
El putero no ha cambiado su perfil durante la pandemia. Ni siquiera su gramática cruel y sexista. Lo que sí ha modificado es su forma de acceder al sexo a cambio de dinero. El confinamiento ha hecho que se reinvente el negocio.
De los hombres que pagan por sexo se dice que son “malos hombres”, “violadores en potencia” o “fracasados”. Sin embargo, existen pocos estudios científicos y ninguno que demuestre que estos hombres responden a un perfil determinado. Como mucho, sería el acceso al dinero lo que haría que su consumo fuera más frecuente.
El informe ‘Colectivos vulnerables en el sistema de asilo’ en España señala la infancia, las personas LGTBI+ y las víctimas de trata como los grupos más necesitados de protección.
Recurrir al punto medio en un discurso hablado o escrito puede ser garantía de éxito argumentativo, pero también una falacia que solo sirve para engañar al contrario y ponerle de nuestro lado.
En nuestro imaginario, la antigua Roma está asociada a orgías y depravación. Pero su visión de la sexualidad era ajena a la idea de lo obsceno. Los romanos, sin embargo, tenían sus propios tabúes.