Un análisis de 123 lugares repartidos por todos los continentes, incluida la Antártida, muestra que los musgos afectan a todas las funciones principales del suelo, imprescindibles para el sustento de la vida en la Tierra.
Los fertilizantes, los pesticidas, los monocultivos, la compactación y la erosión alteran negativamente el suelo. El pastoreo, la rotación de cultivos y la adición de materia orgánica fomentan su biodiversidad.
Regenerar un suelo que ha sufrido desertificación es lento y costoso. Los esfuerzos deben dirigirse a la prevención, de la que todos somos responsables.
Los fitosanitarios ayudaron a mejorar la producción agrícola, pero estas sustancias perjudiciales para la salud y el medio ambiente acaban en la tierra, donde pueden permanecer mucho tiempo, incluso después de que dejen de aplicarse.
Laguna seca en La Pampa, Argentina.
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Una serie de herramientas permiten predecir el riesgo de que ocurra un fenómeno climático extremo y las condiciones de humedad del suelo para planificar los cultivos y estimar pérdidas.
En el Día Mundial del Suelo, los autores explican su importancia como pilar de la vida y amortiguador del cambio climático y los últimos avances en la elaboración de normas para conservarlo.
Miembros de la UME e investigadores analizando las cenizas del nuevo volcán de La Palma.
IGME-CSIC
El desarrollo del color es producto de los procesos de formación del suelo. Para conocer el verdadero color del suelo hay que profundizar, conocer un poco su historia y componentes y determinar el color concreto de cada uno de sus horizontes.
Barcelona es una de las grandes ciudades que apuestan por la ciudad de los 15 minutos.
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En el Día Mundial del Suelo, los autores advierten sobre los efectos negativos de la actividad humana en este recurso fundamental. Es posible medir estos daños con técnicas como las famosas PCR.
El uso inadecuado de los medios áridos, ecosistemas especialmente frágiles, produce una degradación ambiental que se conoce con el nombre de desertificación.
Foto aérea de los invernaderos de Aguadulce, Almeria (España), tomada en noviembre de 2017.
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Los suelos y los ecosistemas terrestres siempre han sido ignorados en la contaminación por microplásticos, a pesar de ser la principal fuente de microplásticos en los océanos.