La brecha de género también existe en el campo: las mujeres ganan menos, realizan trabajos más duros y pocas veces son las dueñas de la tierra. Pero algo está cambiando, al menos en América Latina.
La propiedad y el control local de los proyectos puede facilitar su aceptación y maximizar los beneficios locales, generando riqueza en entornos tradicionalmente empobrecidos.