Un alto coste de los carburantes impulsa a los consumidores a prescindir del coche, usar el transporte público o comprar vehículos eléctricos. El precio de los combustibles sigue sin reflejar el daño que causan en el medio ambiente y en nuestra salud.
Escena de la película Regreso al futuro.
Amblin Entertainment
Los vehículos eléctricos, los biocombustibles y los combustibles sintéticos de baja o nula huella de carbono y el hidrógeno tienen una menor huella de carbono que los combustibles tradicionales.
Los vehículos antiguos más contaminantes contribuyen al cambio climático y a la mala calidad del aire. Su exportación a terceros países, una práctica muy común, no soluciona el problema.
Coches circulando por la ciudad.
Marco Bertorello/AFP
No es sólo el motor gasolina, diésel o eléctrico lo que mide la contaminación de nuestro coche. El tipo de combustión del carburante, la abrasión de las ruedas y los frenos, incluso la manera de conducir influyen en la emisión de partículas finas a nuestra atmósfera.
Catedrática de Historia e Instituciones Económicas, (UPNA). Directora del Institute for Advanced Research in Business and Economics (INARBE), Universidad Pública de Navarra
Profesor del Departamento de Ingeniería Química Industrial y del Medio Ambiente. Miembro del Grupo de Tecnologías Ambientales y Recursos Industriales, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
Profesor de Economía y Hacienda Pública y director de la Summer School of Economics and Business. Especializado en Economía del Medio Ambiente y la Energía y en Economía Pública, Universidad Autónoma de Madrid