La polarización afectiva es relevante por el impacto que puede provocar más allá del ámbito político. Se ha sugerido que la polarización afectiva representa un factor de riesgo de contraer el virus si nos encerramos en nuestras propias ideas y creencias preconcebidas.
Al perdernos las reuniones y las observaciones casuales que despiertan nuestra curiosidad y sacuden esos momentos de “¡ajá!”, las nuevas ideas, grandes y pequeñas, quedan sin descubrir.