Los 300 aforismos contenidos en “El arte de la prudencia” (1647), del padre jesuita y escritor del Barroco español Baltasar Gracián, son perfectamente aplicables a la gestión empresarial del siglo XXI.
Deseos de cambio y renovación y buenos propósitos suelen acompañar la llegada del Año Nuevo. El autor propone algunos consejos para que llevar a cabo estas buenas intenciones sea más llevadero.
La transparencia se ha elevado a ideal de conducta personal e institucional, sobre todo en el entorno de las redes. Pero hay argumentos convincentes de que ese ideal es falaz y desaconsejable.
En entornos diversos, establecer unas pautas de comportamiento basadas en principios éticos favorece la convivencia. Pero, además, también puede ayudar respetar las convenciones sociales del entorno.
La cohesión grupal y el sentido de pertenencia tiene mucho que ver con las cargas hormonales de los individuos, una cuestión biológica. Pero, en una organización, factores externos como liderazgo, educación y valores, también ayudan a crear esa cohesión. Una cuestión social.
Ilustración alegórica de Joannes Stradanus, hacia 1592, sobre la tenacidad de Magallanes en medio de las incertidumbres.
Wikimedia Commons
El autor plantea que el esfuerzo por aprender es un componente fundamental de la felicidad humana, del desarrollo subjetivo y de la formación de la personalidad propia.
En su camino hacia la integración o el éxito algunos optan por cambiar sus nombres por otros más pegadizos o sofisticados. Pero incorporar nombres provenientes de otros idiomas y culturas también puede ser un ejercicio de inclusión y diversidad.
Un repaso a los argumentos del escritor Adrien Woolridge a favor de la meritocracia y sus propuestas para su renovación (educación universal y de calidad, identificación temprana de los más talentosos).
Les enfants Habert de Montmort (Philippe de Champaigne, 1649).
Wikimedia Commons / Museo d bellas Artes de Reims
Muchos de los valores propuestos por el filósofo británico John Locke a finales del siglo XVII para la educación de los niños siguen teniendo validez hoy. Dos de sus premisas principales: la educación de los hijos es cosa de los padres y la mejor herencia es una buena educación.
La polarización afectiva es relevante por el impacto que puede provocar más allá del ámbito político. Se ha sugerido que la polarización afectiva representa un factor de riesgo de contraer el virus si nos encerramos en nuestras propias ideas y creencias preconcebidas.
Al perdernos las reuniones y las observaciones casuales que despiertan nuestra curiosidad y sacuden esos momentos de “¡ajá!”, las nuevas ideas, grandes y pequeñas, quedan sin descubrir.