Casi un cuarto de cada bocanada de aire que respiramos se lo debemos a las diatomeas. Sus esqueletos de sílice podrían ayudarnos a entender cómo interactúan los ecosistemas marinos con los cambios climáticos del planeta.
Las previsiones meteorológicas ocupan espacios preferentes en las parrillas televisivas. Pero ¿cómo calculamos las temperaturas y las precipitaciones del pasado? Anfibios y reptiles nos dan claves.
Un padre y su hijo neandertal en el paisaje que rodeaba la cueva de Bolomor, en el levante español. La ilustración está basada en datos científicos.
Gabriela Amorós
No todo fueron glaciaciones y un frío inhumano. Los neandertales también disfrutaron de un clima cálido. El paleoarte refleja una escena cotidiana de un padre y su hijo junto a la cueva de Bolomor, en la costa mediterránea.
Cianobacteria Prochlorococcus marinus.
Wikimedia Commons / Luke Thompson from Chisholm Lab and Nikki Watson from Whitehead, MIT
La mayor parte del oxígeno que respiramos tiene millones de años de antigüedad. Lo generaron las cianobacterias, responsables aún del oxígeno en mares y océanos. ¿Podría agotarse definitivamente?
Habitamos un planeta en continuo cambio. En el Día de la Tierra, el autor hace un repaso por la intensa variabilidad climática del pasado y la información que océanos y rocas guardan sobre ella.
El suelo oceánico contiene información única sobre la historia de la Tierra. Las perforaciones científicas en los océanos, que comenzaron hace 50 años, han permitido comprender mejor el cambio climático, los riesgos geológicos y las condiciones clave para la vida.