Los pronósticos auguran que entre 2030 y 2050 el cambio climático se cobrará la vida de 250000 personas adicionales por año debido a la desnutrición, el estrés por calor y el aumento de las zoonosis y las enfermedades transmitidas por alimentos, agua y vectores.
Hasta que llegó el coronavirus, el principal sospechoso de provocar una pandemia era algún virus de la gripe. Hoy, la variedad que se está extendiendo rápidamente entre aves y mamíferos vuelve a activar las alarmas.
Los mamíferos marinos pueden actuar como especies centinela de la contaminación marina. Detectar sus efectos en la salud de estos animales puede servir para estimar su impacto y los riesgos para los humanos.
Está a punto de comenzar el tercer año de la pandemia de covid-19. Las vacunas le han dado la vuelta a la situación, pero no podemos olvidar que nos encontramos ante una sindemia en la que influyen factores sociales y económicos. Tampoco que la desigualdad vacunal ha sido el gran fracaso de 2021.
Hasta ahora, las únicas vacunas COVID-19 autorizadas para su uso deben mantenerse congeladas. Pero hay muchos lugares en el mundo que no pueden mantener una cadena de suministro en frío.
El sistema sanitario supone una importante huella de carbono para el medio ambiente. Esto evidencia la necesidad de pasar a un modelo de salud preventivo, en el que las vacunas son un factor clave.
Los profesionales de la salud de algunos estados denuncian la falta de suficientes equipamientos de protección y personal y la discriminación y violencia que sufren por parte de la población.
En un contexto de cambio climático, proteger la salud de las plantas es clave para conservar la biodiversidad, luchar contra la pobreza y evitar la difusión de enfermedades.
Es arriesgado pensar que la pandemia, por sí sola, sin una estrategia a medio y largo plazo deliberada, vaya a transformar el actual modelo socioeconómico.
Se trata de un grave problema que amenaza con dejarnos sin uno de los fármacos más importantes para el ser humano. Su solución requiere acuerdos globales.