La inteligencia de fuentes abiertas consiste en aprovechar los datos hechos públicos por los ciudadanos en investigaciones sobre sucesos como bombardeos o ataques químicos.
A partir del documental ‘Coded Bias’, los autores revisan cómo la subjetividad de quienes detentan posiciones de poder modela las posibilidades y usos de la inteligencia artificial.
El autor ofrece las claves para entender las múltiples posibilidades de las ciudades inteligentes. ¿Estarán nuestras casas totalmente robotizadas? ¿Habrá espacio para la libertad?
Los datos no son una materia estanca, de un equipo en particular. Son manipulados por casi todas las personas y áreas de las organizaciones y por eso es necesario apostar e invertir por una “cultura del dato”.
Durante la pandemia se ha generado una cantidad ingente de datos. El recurso CORD-19 ofrece acceso a información científica sobre coronavirus por medio de tecnologías semánticas de búsqueda.
Las fotos, publicaciones y parámetros de salud que recopilan y almacenan nuestros teléfonos dicen mucho de nosotros. Guardar tanta información personal en estos dispositivos puede ser útil, pero conlleva riesgos.
Un mercado abierto para responder preguntas complejas en el ámbito científico y tecnológico, con los incentivos necesarios para involucrar a quienes poseen información relevante y la escala precisa para dotarlo de liquidez, ayudaría en la toma de decisiones.
La superación de diferentes escollos legales y técnicos permite ya la utilización de datos de salud de pacientes en investigación. Sin embargo, aún existen retos para crear entornos de ‘open data’ controlados.
Los datos geolocalizados permiten hacer mapas inteligentes de una ciudad. Nos indicarán las mejores rutas según diferentes criterios, como el medio de transporte que usemos o la iluminación de las calles.
La calidad y disponibilidad de los datos relacionados con la pandemia han supuesto un quebradero de cabeza para investigadores y administraciones desde el primer momento. Sin embargo, la confusión de términos también ha provocado su malinterpretación y, en consecuencia, la confianza del público se ha visto dañada.
¿Es preciso crear un sistema para publicar los datos en la calidad, el formato, resolución espacial, temporalidad, etc. adecuados para seguir la evolución de esta y otras posibles pandemias futuras?
Los fallos humanos, y no los agujeros de seguridad tecnológicos, son la causa más habitual de los ciberataques. Su prevención tiene que ver principalmente con hábitos personales de seguridad.
La biometría supone nuevos riesgos y retos asociados a la privacidad e intimidad. Los rasgos faciales usados para identificar a individuos a través de cámaras se consideran datos personales.
Si bien es más cómodo que crear una nueva cuenta en cada web o ‘app’ que utilizamos, iniciar sesión a través de algún proveedor externo como Facebook o Google supone riesgos para la privacidad.
El uso de datos en actividades relacionadas con la inteligencia artificial, y con la industria 4.0 en particular, resulta imprescindible y debe cumplir con algunos requisitos: ser variados, contar con un volumen suficiente, manejarse con una velocidad suficiente y ser actuales. Además, urge una política económica y un marco legal claros.
La mayoría de las comunidades autónomas ha llegado a acuerdos con Google o Microsoft para usar sus plataformas educativas. ¿A qué tipo de información tienen acceso? ¿Existen alternativas?