La única manera de controlar la inflación es alcanzar un pacto de rentas voluntario por el que todos los agentes económicos estén dispuestos a perder algo: los trabajadores algo de salarios y las empresas algo de beneficios. A cambio, los precios se moderan.
El crecimiento de la inflación ha hecho que EE. UU. haya subido los tipos de interés por primera vez en 22 años y que Europa se prepare para hacerlo. Pero las causas de la subida de precios son distintas y también lo pueden ser las consecuencias del aumento en los tipos.
Tras el parón de 2020 la venta de viviendas se ha ido recuperando, aupada por los bajos tipos de interés. Habrá que ver si la amenaza de la inflación hace variar esta tendencia.
Los Gobiernos deben incentivar una innovación menos centrada en la automatización y más en tecnologías compatibles con las personas para generar mejores empleos y, así, una prosperidad económica más compartida.
El tiempo, y las crisis, han flexibilizado los objetivos de inflación del BCE. En 1998 debía ser menor al 2%, en 2003 por debajo pero en torno a esa cifra y desde julio de 2021 es del 2%, simétrico (ni arriba ni abajo) y a medio plazo (admite desviaciones temporales).
A las autoridades monetarias, que articulan las políticas antiinflacionistas, y al Gobierno, que maneja la política económica, les preocupa que la inflación haya venido para quedarse.
Aunque se espera que la vacunación mejore las perspectivas, nadie pierde de vista que la evolución de la pandemia está marcando el tono de la economía en 2021.
La forma más rápida de liberar recursos públicos es mediante la reestructuración o cancelación de la deuda pública. Imponer la forma habitual de pago en tiempos de crisis no hace más que profundizarla.
Los fondos europeos de recuperación son indispensables para la economía española. Pero quizás las transferencias no sean suficientes y acudir a los créditos aumentaría una deuda pública ya desmesurada.
Un dólar débil favorecerá las exportaciones de EE.UU., lo que tenderá a reducir el desequilibrio comercial estadounidense. Algo muy necesario para la economía norteamericana.
Un euro fuerte aleja el riesgo de inflación pero esconde peligrosas trampas: los productos de la zona euro se encarecen frente a los estadounidenses, perjudicando así a los exportadores europeos.
Uno de los retos más importantes de la aprobación de los presupuestos de 2021 será cómo financiar las reformas estructurales necesarias para conseguir una mayor recuperación a largo plazo.