Las olas de calor, y los efectos que tienen en nuestra salud mental, son un importante recordatorio de que lo mejor que podemos hacer para ayudarnos a nosotros mismos y a las generaciones futuras es actuar contra el cambio climático.
Segunda ola de calor del verano con temperaturas de hasta 44 ºC. ¿Cuáles son las consecuencias del calor extremo para nuestro cerebro? Lo de que se nos puede freír, ¿es real? ¿Y congelar con las bebidas frías?
La conflagración de grandes incendios forestales durante la primera ola de calor de 2022 en España ha puesto en evidencia la urgente necesidad de reorganizar el sistema de defensa y la gestión del territorio.
El efecto de las altas temperaturas sobre la mortalidad no es constante. En algunos países como España está disminuyendo, lo que sugiere que sus habitantes se están adaptando a las condiciones climatológicas.
Cuando el calor aprieta, experimentamos alivio al entrar en el portal de un bloque de viviendas debido a su frescor. Pero no ocurre lo mismo al entrar en los pisos. ¿Por qué?
No existe una única definición de ola de calor. Un reciente estudio pone de manifiesto la necesidad de contextualizar: concluye que estos episodios son más intensos en las ciudades más frías.
Las previsiones de los expertos se están cumpliendo: los episodios de calor extremo ya son parte de nuestra normalidad climática. Al final de la primavera presentan temperaturas aún más altas porque los días son más largos y hay más horas de sol.
En los últimos años, estos episodios extremos se han duplicado y han adelantado su llegada en España. Nos hallamos, sin duda, ante otra preocupante consecuencia del calentamiento global.
El mundo es cada vez más cálido: la temperatura ya ha subido de media a nivel global 1,1 °C y seguirá aumentando mientras no cesen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Cuando aumentan las temperaturas, la principal amenaza para la salud es la deshidratación. Aparte del agua, algunos alimentos pueden ayudarnos a evitar sus consecuencias.
Muchas plantas son realmente buenas resistiendo los incendios forestales, pero la combinación de sequías, olas de calor y plagas de insectos acrecentadas por el cambio climático puede llevarlas al límite.
Los planes de prevención ante las altas temperaturas han sido claves para que los efectos del calor disminuyan. Pero estos deben basarse en el efecto del calor sobre la salud más que en el clima.
Juli G. Pausas, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
Las igniciones y la continuidad de la vegetación ocasionada por el abandono rural son dos factores relacionados con la actividad humana fundamentales para que se produzcan los fuegos.
Con el calentamiento global, las temperaturas extremadamente altas serán más frecuentes e intensas, aumentando la gravedad de las olas de calor y el riesgo de incendios forestales.
Las llamas vuelven a devorar millones de hectáreas en distintas zonas del planeta. Factores como la atmósfera desecante, las olas de calor y la simultaneidad de focos hacen imposible la extinción.
El calentamiento de las regiones polares del hemisferio norte ha producido cambios en las corrientes de aire globales que determinan el tiempo meteorológico.
Las olas de calor marinas, cada vez más severas y frecuentes, provocan el aumento de la mortalidad de los organismos y un cambio en la composición de especies de los ecosistemas acuáticos.
Codirector de la Unidad de Referencia de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano. Profesor de Investigación. ISCIII, Instituto de Salud Carlos III