Pieter Vancamp, Muséum national d’histoire naturelle (MNHN)
Todos conocemos los golpes de calor, pero no tanto los de frío. Estas son las señales a las que hay que estar atentos y los efectos en nuestro cuerpo y nuestro cerebro de las temperaturas gélidas.
Ahora que el cuarto invierno pandémico está a las puertas del hemisferio norte, ¿qué podemos esperar? La incertidumbre no se centra tanto en si tendremos un repunte de infecciones, que es muy probable, como en cuántos casos graves va a producir.
Rafael Puyol, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
El verano de 2022 en España ha registrado el mayor número de muertes por calor de la historia. Se aproxima el invierno. Diciembre y enero son los meses tradicionalmente más mortíferos del año. ¿Qué nos espera?
Cuando las orugas de procesionaria se sienten amenazadas lanzan grandes cantidades de pelos urticantes, que flotan en el aire y provocar irritación en oídos, nariz y garganta o desencadenar intensas reacciones alérgicas.
Sabañones, juanetes, dermatitis… Los pies sufren los estragos del invierno, sobre todo si usamos calcetines y calzado inadecuados o estrechos o no los secamos adecuadamente al salir de la ducha.
Con la llegada del otoño, parte de la población puede sufrir síntomas de carácter depresivo con mayor o menor intensidad o gravedad. Pero no debemos confundirlos con trastornos depresivos mayores.
Se puede hacer un gran titular sobre el coronavirus basándonos en un único resultado publicado por personas de ciencia en revistas de ciencia. Pero ojo, porque como mínimo hay que contrastar y validar los resultados.
Las infecciones virales respiratorias son más frecuentes en los meses fríos. En el hemisferio norte en estos momentos nos enfrentamos a unas condiciones que pueden recrudecer la pandemia.
Las instalaciones de diferentes asociaciones meteorológicas de aficionados y científicos permiten medir temperaturas gélidas como los -35,8°C del pasado 7 de enero en Vega de Liordes (León).
Una pequeña aplicación desarrollada por el autor muestra la hora del amanecer y anochecer para distintas ciudades con horario de verano permanente y con cambio de hora.
El efecto de la radiación, la temperatura y la humedad en el SARS-CoV-2, y en nuestro cuerpo, así como nuestros cambios de hábitos, pueden facilitar la transmisión del virus en otoño e invierno.
En otoño son frecuentes los mocos y la tos, que solemos atribuir a catarros víricos o a la gripe. Pero cada vez se diagnostican más alergias en las estaciones frías. ¿Cómo se distinguen de COVID-19?
Catedrático de Biología Celular en el Departamento de Biotecnología. Investigo en Inmunología y Biología Molecular del Cáncer en la Unidad Mixta del Hospital General y el Centro Príncipe Felipe, Universitat Politècnica de València