El enfrentamiento entre Israel y Hamás nos lleva a preguntarnos si cabe esperar una ola de ciberataques que pueda afectar de alguna forma a la vida cotidiana de la población o empeorar, más si cabe, la situación.
La invasión de Ucrania nos ha hecho testigos de operaciones cibernéticas destructivas pero, de momento, no de la ciberguerra que algunos esperaban hace un año, explica la autora de este artículo original de revista Telos.
El principal problema de los cibercrímenes radica en la dificultad para traducir los ataques informáticos al derecho penal y determinar la infracción que suponen.
Es difícil pensar claves distintas y suficientemente aleatorias para todos los servicios que usamos en internet, pero además de aplicaciones, podemos utilizar frases de libros o refranes para ayudarnos.
Noticias falsas, propaganda, llamadas de auxilio, imágenes de muertos, de ataques a infraestructuras críticas… Aunque la ciberguerra ayude en ocasiones, también hace mucho daño y luchar contra un ciberejército como el ruso no es sencillo. Es necesaria la creación de una legislación internacional que la regule.
El riesgo de que Ucrania, pero también los países europeos y Estados Unidos, sufran ciberataques por parte de Rusia o de grupos afines a su causa es elevado.
Vivimos en una sociedad digitalizada y, aunque no somos conscientes de ello, la seguridad de nuestras relaciones sociales y económicas se encuentra amenazada por la ciberdelincuencia.
El confinamiento ha sido un escenario ideal para los ciberdelincuentes. Al haber mayor actividad en la red, ha habido también mayor exposición y por tanto más ventanas abiertas por donde intentar colarse.
Vigilar los remitentes de los correos y no descargar aplicaciones de origen desconocidos son algunas de las claves para evitar que roben nuestra información sensible, o la de nuestra empresa.
Profesora agregada. Directora del Máster Universitario en Seguridad de las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones, UOC - Universitat Oberta de Catalunya