El estudio del cerebro ha permitido el desarrollo de toda una rama de la tecnología que está revolucionando la ciencia y la sociedad. Este artículo, publicado originalmente en la revista Telos de Fundación Telefónica, analiza ese viaje desde sus inicios hasta el momento actual.
Los complejos circuitos neuronales del cerebro se pueden estudiar gracias a técnicas como la optogenética, la fotometría y la quimogenética, que permiten desenredar los cables y probar qué hace cada uno.
Un algoritmo automatiza tareas para solucionar problemas. La automatización mal empleada puede llevarnos a inhibir procesos de innovación, reflexión y provocar hasta miedo.
Al igual que el ejercicio físico es bueno para el corazón, realizar actividades que fomenten los cambios de esta región cerebral podría prevenir la aparición del alzhéimer.
Los llamados superancianos son las personas con más de 80 años cuyas capacidades cognitivas corresponden a las de alguien 20 o 30 años más joven. Los científicos acaban de descubrir que tienen neuronas más grandes de lo normal en cierta parte de su cerebro.
Nuestro cerebro cambia durante toda la vida según los estímulos que recibe. Eso permite, por ejemplo, que un paciente de ictus pueda volver a hablar o que aprendamos a tocar un instrumento,
Podemos aprender gracias a la capacidad plástica del cerebro, la observación e imitación de otras personas, la motivación, nuestro estilo de aprendizaje e incluso las emociones implicadas en el proceso.
La memoria visual mejora tras iluminar la cabeza de una persona con luz láser. ¿Por qué? Todo apunta a que tiene que ver con una mejora en el riego cerebral tras la acción del láser sobre el cerebro.
Trasladar a palabras y frases escritas las ideas es un proceso que suele comenzar en el colegio, hacia los seis años. Pero no todos los niños parten del mismo punto.
La música influye en nuestro cerebro desde una edad temprana.
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Cuando escuchamos música, nuestro cerebro predice lo que va a ocurrir a continuación. Esta predicción afecta a si disfrutamos de una canción o la rechazamos.
Existen estudios sobre los momentos de la jornada en que niños y adolescentes están más alerta y aprenden mejor. Deberían tomarse en cuenta a la hora de diseñar las jornadas.
Nuestro cerebro tiene mayor capacidad de asimilación y plasticidad en los primeros años de vida; hacia la madurez, podemos adquirir conceptos más complejos y ser más críticos.
Para los propensos al trastorno afectivo estacional, un cambio en el ciclo del sueño puede afectar a los niveles de energía.
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La cohesión grupal y el sentido de pertenencia tiene mucho que ver con las cargas hormonales de los individuos, una cuestión biológica. Pero, en una organización, factores externos como liderazgo, educación y valores, también ayudan a crear esa cohesión. Una cuestión social.
Diversas técnicas y fármacos actualmente en experimentación podrían ayudar a erradicar las vivencias traumáticas (más proclives a quedarse archivadas) de nuestra memoria.
Profesor e investigador de la Sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo. Director de la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1ST., Universitat de Barcelona
Investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada / Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento, Universidad de Granada
Investigador en el Centro Internacional de Neurociencia y Ética (CINET) de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, y en el Grupo Mente-Cerebro, Instituto Cultura y Sociedad (ICS), Universidad de Navarra