Es preferible insistir en la educación y el respeto de los parlamentarios en su trabajo diario que imponer normas o reglas rígidas para ordenar los debates en las Cámaras.
Escribir contra la democracia se ha convertido en una actividad académica muy demandada. Los laboratorios contra la democracia se articulan gracias a una extensa red de productores y consumidores.
Los mensajes emocionales, los hechos alternativos, la preponderancia de la “percepción” sobre la realidad objetiva, han consolidado un discurso político en el que la mentira no suele penalizarse.
La posverdad actúa como una máscara: tras ella se ocultan las verdaderas intenciones de las personas que la usan. Convierten en metáfora su verdad para dar un nuevo sentido a sus argumentos.
No es descabellado pensar que los estallidos de violencia negacionista de los últimos días guarden relación con el aumento de la polarización afectiva en la opinión pública española. Hay razones para estar preocupados.
Uno de los rasgos del populismo es su antiparlamentarismo. Ambos tienen grados. Para apreciarlos hay que rastrear sus huellas en el modo en que los representantes políticos usan las instituciones
El odio, como el terror, es un instrumento al servicio de intereses políticos, y hace fortuna en tiempos, como este, de fracturas sociales y en el que la capacidad de los populismos para influir en el electorado es muy notoria.
Si preferimos que alguien compruebe por nosotros qué es verdad y qué no, acabará mintiéndonos ‘por nuestro bien’, que es la más persistente y repetida mentira de la historia.
Discursos cada vez más institucionales, decisiones comunicadas desde la perspectiva partidista y de impacto fácil, mentiras, negación de la evidencia e hiperliderazgos. Los políticos han caído en el populismo y el electorado cada vez confía menos en ellos.
Protestas en Barcelona el 14 de octubre de 2019.
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Hablar bien en público y persuadir son las razones de ser de la Retórica, una enseñanza menospreciada desde el Romanticismo. Recuperar la Retórica, cuya validez ha sido refrendada por la neurociencia, solucionaría las carencias expresivas actuales.
Cada candidato tiene un estilo discursivo diferente.
Rtve.es
Podríamos preguntarnos, ¿qué pretenden nuestros oradores? Ni más ni menos que modificar los conocimientos del interlocutor o hacerle reaccionar en una determinada dirección.
Dedicando el tiempo necesario y prestando el suficiente interés conseguiremos decidir de manera racional si aquello que consideramos bueno y malo lo es realmente.
La creciente moralización de la política parece deseable porque podría fortalecer la integridad de los políticos, reduciendo la corrupción. Pero un debate político moralizado en exceso puede dañar nuestra convivencia democrática.
Las democracias contemporáneas son representativas, surgidas de un proceso electoral. Sin embargo, en otros tiempos han existido democracias directas, en las que los ciudadanos tomaban las decisiones sin necesidad de elegir representantes. ¿Qué sistema es el más adecuado?
Profesora adjunta de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Departamento de Traducción e Interpretación y Comunicación Multilingüe, Universidad Pontificia Comillas