Las nuevas tecnologías ayudarán a los agricultores a garantizar que emplean una cantidad de agua de riego óptima en los cultivos y que los fertilizantes no están contaminando los acuíferos.
Las actividades de agricultura colectivas y participativas pueden introducir la naturaleza en la vida cotidiana de las personas. La cooperación, la acción colectiva y el papel de las mujeres podrían tener un gran potencial para la transformación del sistema agroalimentario actual hacia un sistema más sostenible y socialmente justo.
Tras el último informe del IPCC, y con vistas a la próxima COP26, hemos preguntado a expertos en ámbitos como el transporte y los sistemas agroalimentarios qué debemos hacer para reducir la generación de gases de efecto invernadero.
El contacto entre sociedades distintas provoca el intercambio de cultivos. Lo que llama la atención del plátano es la rapidez con la que se extendió por América.
Campos arrasados por la lava en el municipio de El Paso el 20 de septiembre de 2021.
Wikimedia Commons / Eduardo Robaina
Raquel Esteban, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y María Teresa Gómez Sagasti, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
La recuperación de la vegetación y de la agricultura en los suelos volcánicos de nueva formación llevará tiempo, pero llegará.
El cambio climático afecta al rendimiento agrícola y, por ende, al hambre en el mundo. Pero la intensificación agrícola también provoca daños que contribuyen a acentuar las alteraciones del clima.
Apostar por productos de proximidad y de agricultura y ganadería extensivas contribuye a fomentar el uso del monte y, por tanto, a evitar que se instaure una vegetación continua que favorece el fuego.
Ciertas bacterias permiten a las plantas absorber nutrientes esenciales del suelo y las defienden frente a organismos patógenos. ¿Por qué no usarlas como fertilizantes y pesticidas vivientes?
La tecnología puede ayudar a la agricultura a utilizar el agua de manera óptima y reducir su gasto energético para abastecer al mundo sin sobrepasar los límites planetarios.
Vista del mar Menor (Murcia).
Shutterstock / Maria Mancha
Se emplea más del 5% del gas natural mundial para extraer nitrógeno de la atmósfera para fabricar fertilizantes, lo que constituye un problema energético y climático.
Paisaje nivelado artificialmente con monocultivo intensivo de cítricos en el sureste español. Esta apariencia “verde” está sustentada por elevados insumos y una baja biodiversidad.
Carolina Boix Fayos
Carolina Boix Fayos, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC)
La estrategia europea “De la granja a la mesa” pretende cambiar desde la producción al consumo de alimentos. ¿Cómo conseguiremos alimentarnos sin perjudicar al medio ambiente y con justicia social?
Vista de los invernaderos en Almería.
Jorge López/Flickr
Los invernaderos que proliferaron en la segunda mitad del siglo XX en Almería se construyeron a imagen y semejanza de las estructuras de los parrales de uva, el cultivo que les precedió.
Cartografía del Sahara español, Ifni y regiones inmediatas, hacia 1940.
BNE -Biblioteca Digital Hispánica
Marruecos busca un cambio en la posición de España (y de la UE) respecto al conflicto del Sáhara Occidental. Pero España no puede olvidar que tiene una responsabilidad legal (y moral) con los saharauis.
Olivares y cultivos cerealistas en la Campiña de Córdoba. Esta mezcla de cultivos, antes de su intensificación, representaban un hábitat adecuado para las aves esteparias en Andalucía.
C. Palacín
Expertos especializados en biodiversidad y servicios ecosistémicos han formado grupos de trabajo para colaborar en el desarrollo de los planes estratégicos de la política agraria común.
Panorámica de las balsas de fosfoyeso de Huelva.
Jesús D. de la Rosa
La fabricación de estos productos utilizados para aumentar la producción agrícola genera fosfoyeso, un residuo contaminante que podría gestionarse para recuperar materias primas.
Vaca de la raza Berrenda en colorado descansando. De fondo, un paisaje agrario transformado en cultivos intensivos de olivar en la Carolina (Jaén).
El abandono de los cultivos y la intensificación agraria están provocando una disminución de la diversidad de las razas de ganado, relevante para los ecosistemas agrarios y la alimentación.
Especies como el maíz, el trigo o las legumbres provienen de variedades ancestrales que crecían en la naturaleza. Cuando la humanidad comenzó a consumirlas y manejarlas, cambió su genética y biología.
Las variedades ancestrales de hortalizas sobreviven gracias a la silenciosa actividad de los campesinos, y constituyen un legado genético para la agricultura y para mantener una dieta saludable en el futuro.
La agroecología se basa en el saber ancestral de los campesinos y entiende la agricultura como parte de un ecosistema. El concepto debería evolucionar para incluir prácticas modernas sostenibles.
Se ha extendido la creencia de que las variedades de trigo antiguas tienen menor impacto ambiental y mejores características nutricionales. Sin embargo, los estudios son escasos y contradictorios.
Profesor e investigador en el Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Ambientales, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
Investigadora en el Laboratorio de Transformaciones Urbanas y Cambio Global (TURBA) del Internet Interdisciplinary Institute (IN3), UOC - Universitat Oberta de Catalunya
Dpto. Estructura Económica y Economía del Desarrollo. Coordinadora del Grupo de Estudio de las Transformaciones de la Economía Mundial (GETEM), Universidad Autónoma de Madrid
Profesora del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática y miembro del Grupo de Investigación en Energía, Economía y Dinámica de Sistemas, Universidad de Valladolid