La crisis que subyace dentro de la UE ha emergido con la guerra en Ucrania. Sus pilares se habían debilitado y se había convertido en una fuerza pasiva y reactiva, olvidándose de la necesidad de actuar protegiendo su sistema de valores.
El repunte de la inflación ocupa titulares en los medios y preocupa a la ciudadanía. El aumento del precio en los alimentos, la energía y los combustibles son comunes este 2022.
La barbarie documentada en los distritos recuperados por las fuerzas ucranianas sugieren que los soldados rusos son tan cómplices de los crímenes de guerra como su líder Vladimir Putin.
Varios reglamentos de la UE establecen que, ante una crisis de abastecimiento, los Estados miembros deben apoyarse y coordinarse para optimizar el uso de las infraestructuras y recursos.
El mercado eléctrico necesita una profunda reforma de sus mecanismos reguladores, que aseguren a cada tecnología de generación eléctrica una remuneración razonable atendiendo a sus costes.
La responsabilidad ciudadana a la que apelaba Pericles para cumplir con los compromisos sociales del pueblo griego tiene mucho que ver con la petición de Josep Borell de disminuir el consumo de gas ruso para dañar a Putin.
Los refugiados ucranianos merecen nuestra solidaridad y acogida: es también una oportunidad para mejorar toda la política de inmigración y acogida de la UE.
Desde el desmoronamiento de la URSS, Ucrania y Rusia se han convertido en grandes exportadores. El principal destino de su trigo no es Europa sino los países de África y Asia.
El procedimiento por el que Ucrania entraría a formar parte de la UE ha comenzado, pero aún le queda mucho tiempo para formalizarse. Podría tardar hasta 10 años. Al contrario de lo que pueda parecer, el hecho de estar el país en guerra también impide que se agilice.
La clausura de centrales nucleares, que no son emisoras de gases invernadero, implica que los países deben recurrir a otras fuentes de energía. La invasión de Ucrania por Rusia, y otras circunstancias, está llevando el precio de la energía a valores estratosféricos y puede acabar en un grave problema de desabastecimiento, con una deriva impredecible.
Sophie Marineau, Université catholique de Louvain (UCLouvain)
La invasión rusa de Ucrania con el pretexto de ayudar a las repúblicas separatistas de Donbass recuerda inevitablemente a la guerra de 2008 en Georgia.
A finales de 2021 la Comisión Europea presentó su Plan de Acción para la Economía Social: una batería de medidas con las que se propone incrementar el PIB comunitario de la economía social del 6% actual al 15%.
No se puede ir a la guerra sin una economía fuerte que la respalde. Con las sanciones económicas a Rusia se busca privarla de los recursos económicos que necesita para hacer funcionar su economía y, a la vez, financiar la guerra contra Ucrania.
La Comisión Europea ha propuesto activar la Directiva de Protección Temporal, aprobada en 2001 pero nunca aplicada, que obliga a los Estados miembros a acoger y ofrecer ayuda a los que huyen de terceros países, y promueve un reparto solidario del esfuerzo que eso supone.
Es pronto para extraer conclusiones definitivas, pero quizás sea la consolidación de las estructuras de seguridad y defensa de la Unión Europea el único beneficio real que, pasado un tiempo, podamos rescatar de entre los cascotes de destrucción que dejará en el continente esta indigna guerra de agresión.
La alteración del comercio de gas entre Rusia y la UE supondría un duro golpe para Rusia, pero quizás mayor para la UE. De ahí que lo más probable sea que se mantenga, en condiciones de extrema tensión pero sin interrupciones.
La respuesta que la UE ha tenido sobre la agresión de Rusia a Ucrania la consolida como un actor internacional de primer orden que hasta ahora no parecía tener tanto poder en este tipo de conflictos.
Dpto. Estructura Económica y Economía del Desarrollo. Coordinadora del Grupo de Estudio de las Transformaciones de la Economía Mundial (GETEM), Universidad Autónoma de Madrid